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Primer plano de uno de los halcones charros de la catedral. alberto hernández romo
Crece la colonia de halcones charros en la capital

Crece la colonia de halcones charros en la capital

La Catedral ha acogido este año a una familia de seis miembros, hay otra en Villamayor y se estudia instalar una caja-nido en el cuartel de la Guardia Civil

Miércoles, 4 de noviembre 2020, 15:08

Los halcones peregrinos surcan los cielos salmantinos en un número creciente, gracias a la labor de los veterinarios Carlos Aldea y Alberto Hernández Romo, que el año 2000 instalaron la primera caja-nido en la Catedral nueva, de la mano de la Sociedad Española de Ornitología (SEO-Birdlife) y del Ayuntamiento, para introducir esta mítica especie en el ecosistema urbano. En 2007 volaron Ierónimus y Vega, los dos primeros halcones nacidos en la seo.

Carlos Aldea explica que esta primavera la pareja actual de halcones de la Catedral vivió su parada nupcial y la hembra Gárgola se confinó en marzo en su caja-nido para incubar sus huevos. Tres halconcitos aprendieron a volar y cazar sin demasiados problemas. Vivían junto a un ‘hermano’ del año anterior, algo extraordinario porque los padres son partidarios de la dispersión juvenil.

Los halcones peregrinos solo comen aves y cazan en el cielo. En Salamanca su dieta principal son las palomas y estorninos. Pero también gorriones, tórtolas o garcetas. Como curiosidad, la hembra adulta pesa en torno a un kilo y el macho, un poco menos. Las crías nacen en mayo. En junio echan a volar y hasta octubre o noviembre permanecen con los padres.

Además de la familia de la Catedral, en las inmediaciones de Villamayor vive una segunda familia de halcones. Y Carlos Aldea y Alberto Hernández quieren colocar en 2020 otra caja-nido en algún lugar alto de la ciudad, como el cuartel de la Guardia Civil. Ambos veterinarios han pasado innumerables horas observando a ‘sus criaturas’. Especialmente a los cuatro pollitos de la subespecie autóctona brookei, procedentes de un centro de cría en cautividad de Cataluña que en el año 2000 instalaron en la seo con vistas a la plaza de Anaya.

“Cada día subíamos”, han escrito ambos, “las escalinatas de la Catedral para alimentarlos a través de un tubo preparado en la caja, que no permitía el contacto visual. La observación la realizábamos por un cristal espía. Pasamos muchas horas allí, como cuando se observa un bebé, viendo los pequeños progresos que iban realizando, observando si comían y si el desarrollo y la actividad eran normales. A los 15 días retiramos la puerta de malla que cerraba la caja-nido, quedando entonces abierta al vacío. Fueron días tensos y emocionantes; ya no podíamos controlarlos, eran libres. Entraban y salían. Tan sólo el aporte diario de comida en la caja les hacía regresar. El seguimiento lo hacíamos con telescopios desde diferentes lugares del entorno de la Catedral, para disfrute de vecinos, estudiantes y turistas con los que compartíamos telescopios. Y fue un reto para los jóvenes halcones aprender a cazar sin padres en quien fijarse”.

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