Borrar
Jorge Bustos autor de «Casi. Una crónica del desamparo». OBES
'Conocer a los sintecho nos hace ser más humildes con los éxitos y más agradecidos a la vida'

'Conocer a los sintecho nos hace ser más humildes con los éxitos y más agradecidos a la vida'

El periodista, subdirector de El Mundo y tertuliano en varios programas de radio y televisión, ha presentado su último libro «Casi. Una crónica del desamparo»

Domingo, 12 de mayo 2024, 12:51

Se podría decir que Jorge Bustos (Madrid, 1982) ha hecho con su libro «Casi. Una crónica del desamparo» un viaje copernicano. De la crónica política y de tratar con las «élites» en el Congreso a bajar a los bajos fondos sociales, donde sobreviven los más desfavorecidos de la sociedad, los que pasan desapercibidos entre el bullicio de una gran ciudad como Madrid. Reconoce que no es un libro que pensara escribir, pero es indudable que algo le ha removido en su conciencia, porque del rechazo que le producía cuando los sorteaba de camino a casa ha pasado a reconocer la fragilidad del ser humano y a agradecer a la vida lo que tenemos.

¿Por qué un periodista que ha hecho fundamentalmente crónica política se sumerge en el mundo de los sintecho?

—No es un libro que yo pensara escribir porque nunca había hecho periodismo social o reporterismo social y nace de una circunstancia biográfica. Me mudé a mi actual barrio en febrero de 2021, orgulloso de que por fin a los 40 años podía reunir dinero para pagar la entrada de una hipoteca en Madrid, que no es fácil, y al poco de mudarme empecé a tropezarme con los usuarios del Centro de Acogida San Isidro -CASI-. Yo no sabía entonces quiénes eran.

¿No sabía que había un centro cerca?

— No tenía la más remota idea. Sí sabía que en la estación del Príncipe Pío siempre hay muchos borrachos que se juntan ahí, pero pensaba que como en todas las estaciones. Me acuerdo que la estación Termini de Roma siempre estaba llena de gente que parecía de los bajos fondos. Pregunté a los vecinos y me dijeron que estaba cerca San Isidro, un centro de personas sin hogar de toda la vida.

Usted cuenta que al principio sintió un cierto rechazo.

—Claro. El libro nace de explorar mi propio rechazo. Es un ajuste de cuentas también con mi conciencia, porque al principio yo sentí asco. Habrá gente que no lo reconozca o gente santa y luego está la gente hipócrita que dice que siente amor, pero no lo siente. Y yo creo que lo más honesto en este caso y es más frecuente lo segundo que lo primero.

¿Qué ha ganado a nivel personal con ese viaje que ha hecho al mundo real de los problemas que refleja en «Casi. Una crónica de desamparo»?

—Después de haberlo hecho, yo lo recomiendo. No solo porque las historias de los personajes con los que te encuentras, con los que yo me he encontrado haciendo este libro, son muy valiosas. Son historias que cada una de ellas daría para una película o para una novela. De eso se dio cuenta ya Galdós cuando escribió «Misericordia». Pero vamos, al final es una oportunidad también para ponernos a nosotros mismos en nuestro sitio. Y me explico. Sé lo que es la precariedad. Nuestro oficio ha atravesado sucesivas crisis y mi generación ha vivido muchas y muchos medios cerrados. Justo hace diez años yo estaba en el paro, en la oficina de Atocha sellando mi cartilla del paro. Diez años después me va muy bien, no me puedo quejar. Tengo una posición consolidada. Soy subdirector de un gran periódico, pero no olvido. Yo ya escribía más o menos bien hace diez años, más o menos igual que ahora, pero estaba en el paro. Alguien te da la oportunidad y luego tienes que demostrarlo. Creo que reencontrarte con personas que lo han perdido todo y que no están en Gaza o en Ucrania, que están a 600 metros de mi casa, te hace tomar conciencia de esa fragilidad. Creo que nos hacen más humildes con nuestros éxitos y más agradecidos a la vida en general.

¿Qué le recomendaría a «las élites» política con las que se mueve en el Congreso?

—A veces somos injustos porque hay políticos que tienen vocación de servicio público. La mayoría no salen tanto en televisión. Los que más salen son los que menos vocación tienen. Esos son los más arribistas, a los que solo les interesa el poder, la conspiración y el coche oficial. Pero yo he conocido gente de niveles quizá un poquito más bajos que trabaja de verdad, que se quita tiempo y salud y podría haber ganado dinero en otra profesión y les preocupa mejorar los centros de asistencia de las personas desfavorecidas. Hay gente que no son los más famosos que sí les preocupa de verdad y que visitan los centros.

¿Quiénes le han aportado más, los políticos protagonistas de sus crónicas periodísticas o los sintecho que han dado forma a su nuevo libro?

—Lo bueno de nuestro oficio es que vamos variando el objetivo de nuestros reportajes, de nuestras entrevistas. Es lo más bonito de nuestra profesión, que nos da la oportunidad de conocer a gente muy diferente de estratos sociales muy diferentes y en todas las capas hay gente buena y gente horrible. También en el mundo del sinhogarismo hay personas malas. Y seguro que en el mundo político hay bellísimas personas, aunque no tengan buena fama en estos momentos, creo que merecidamente. Pero evidentemente, cuando yo volví a casa en el año de investigación y por la mañana había estado en el Congreso de los Diputados contando una sesión de control llena de trolas, de teatro, de impostura y por la tarde me iba al centro de personas sin hogar a entrevistar a gente que es incapaz de mentir o que a veces mienten para protegerse, para ocultar sus heridas, pero que proclaman la verdad de lo que son. O sea, no te están vendiendo ningún argumentario. Al revés, te están diciendo esto es lo que soy, aquí estoy. Cuando te lo llevas a casa y comparas la experiencia de la mañana con la de la tarde dices: ¿Dónde hay más verdad? No hay ninguna verdad más poderosa que el sufrimiento. Todos vamos a sufrir.

Dice que hay gente que consigue reinsertarse después de haber vivido en la calle. Aunque sea un pequeño porcentaje tienen futuro.

—Engañaría si dijera que son la mayoría. Los casos de éxito son la minoría, pero los hay. Y aunque nunca consigan ser un contribuyente o un ciudadano que monta una empresa, solamente con los pasos que dan para recuperar la dignidad, porque la dignidad es gradual, no la pierdes y la recuperas de golpe. No es como la virginidad. La labor que hacen los trabajadores sociales es ir restituyendo pedazos de dignidad perdida a la gente de la calle a la que se lo han quitado todo. Y eso sí es posible: ves cómo una persona que hace dos años se bebía 7 litros de vino al día -porque hay personas que beben 7 litros de vino al día- y que ahora se bebe uno. Eso es un avance.

Afirma que hay esperanza para estas personas, ¿hay que albergar esperanza de que se vaya Pedro Sánchez?

—Si no se trata de eso. Se trata de acabar con la mentira. Se trata de acabar con una forma de hacer política y con el político en concreto que ha dividido el país por la mitad. Aquí está Óscar Puente. Se trata de que ese tipo de políticos no sea primado, que no tenga encima el premio de un ascenso a ministro. Se trata de conseguir que la sociedad no viva en dos esferas totalmente divididas por un muro de por medio. Es verdad que esto pasa más arriba que a nivel de calle, pero al final se contagiará como pasó en Cataluña. Las familias se dividen, se enfrentan las pandillas de amigos donde había gente de izquierdas y de derechas, como era normal. Para mí el sanchismo es una forma de llamar a la polarización. No critico a Pedro Sánchez porque sea socialista. Tengo muy buenos amigos socialistas. Lo que me aterra de esta estrategia de la polarización del divide y vencerás es que la sociedad acabe absorbiendo toda la ponzoña que sale de las élites por una estrategia de mantenimiento del poder. Eso ha pasado en Cataluña y eso es lo que está trayendo Sánchez.

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca 'Conocer a los sintecho nos hace ser más humildes con los éxitos y más agradecidos a la vida'