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Con el corazón sobrecogido, la sangre helada y los ojos vidriosos tras conocer en primera persona lo que es la necesidad y el dolor, Ana Isabel García, presidenta de Manos Unidas, recibe a LA GACETA para trasladar lo que ha vivido visitando ... ocho proyectos humanitarios de la entidad en la India de los catorce que se financian gracias a Salamanca.
Niños que no reciben educación y viven en condiciones insalubres; mujeres sometidas a ejercer la prostitución por no tener otro medio de vida; niñas de 15 años embarazadas u obligadas a casarse, otras que huyen y son atrapadas por mafias o mujeres que se han extirpado el útero por la presión social que conlleva tener el periodo en una cultura que las considera «impuras». Manos Unidas lucha cada día por los derechos de estas personas. García confiesa que esta experiencia es para vivirla «desde los ojos del alma» y que le ha cambiado la vida: «No he vuelto a mirar un escaparate». Tras haber dedicado toda una vida a los demás como enfermera, el pasado 7 de octubre decidió subirse a un avión junto a otros cinco voluntarios sin saber aún que viviría los ocho días más intensos de su vida.
Una de las primeras paradas fue en uno de los asentamientos urbanos más pobres del puente de Hanstings. «La gente elabora sus propias cabañas con palos, plásticos o cartón. Viven de separar basura o trabajar en el muelle, así consiguen unas rupias», aseguró la presidenta.
En ese lugar una religiosa india llamada Mónica, socia local de Manos Unidas, trabaja en un proyecto por la escolarización de los niños y la mejora de sus condiciones de higiene y sanidad. «Algunos grupos no tienen ni un documento de identidad. Sus hijos no pueden ser escolarizados ni pueden pedir ayudas al gobierno. El proyecto de Manos Unidas les ayuda con eso», afirmó.
La segunda parte de la intervención tiene que ver con la escolarización: «Tenemos una salita a la que los niños pueden acudir y formarse. Captamos la atención de ellos a través de la comida. Los decimos a los padres que sus hijos comerán al finalizar la clase. Muchos comen solo una vez al día», reconoció la presidenta.
Las Hnas. Adoratrices, socio local de Manos Unidas en Khalpara, han llevado a cabo un proyecto en el que las beneficiarias son las hijas de las mujeres víctimas de tráfico sexual buscando que tengan futuro diferente. Tienen casas de acogida donde las chicas reciben apoyo, atención sanitaria e imparten programas de costura y estética. «Visitamos el barrio rojo, donde las mujeres se prostituyen y vive toda la familia en la misma casa. Cuando viene el cliente el resto sale fuera. Da miedo, son habitáculos oscuros e insalubres con un camastro. Una prostituta nos dijo que lo que más feliz le hacía era tener el periodo, porque esos cuatro días no tenía que recibir a clientes», reconoció García.
Tras ver aquello, esa noche las lágrimas no le dejaron dormir.
A un kilómetro de la frontera con Bangladés, Manos Unidas también interviene. «En India se concertan los matrimonios desde los 15 años, muchas niñas se quedan embarazadas a esa edad, tienen complicaciones y mueren. Algunas huyen por no querer casarse a la frontera y allí las captan mafias. Manos Unidas les ofrece charlas para trasladarles que no es aconsejable», aseguró la presidenta. La entidad interviene llevando un registro de la gente que entra y sale y formando a las mujeres en clases de costura y otras labores para dotarlas de autonomía y que puedan optar a un empleo.
«Las condiciones son insalubres, viven prácticamente en la selva», aseguró García. Manos Unidas les ofrece un proyecto de formación para que siembren nuevos cultivos y usen nuevas técnicas.
La presidenta guarda aún preguntas que nunca tendrán respuesta: «¿Cómo gente con derechos vive sin ellos y con una vida tan indigna?» e inmediatamente se lamenta «los indignos no son ellos, sino todo el mal que hay a su alrededor. Ellos no conocen otra cosa».
Todos los archivos gráficos son propiedad de Manos Unidas
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