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Viernes, 13 de noviembre 2020, 18:48
Después de un laborioso proceso de restauración, luce ya en todo su esplendor la valiosa docena de tapices flamencos que integran la colección de la Universidad de Salamanca restaurada gracias al mecenazgo de GRUPOSA, empresa editora de LA GACETA. Los dos últimos han sido los paños colocados en el Salón Rectoral de la Casa-Museo Unamuno y la antigua capilla del Hospital del Estudio, esta última sede de las sesiones del Consejo de Gobierno y del Consejo Social de la institución académica.
Con motivo de la conmemoración en 2018 del VIII Centenario del Estudio salmantino, el más antiguo de España y uno de los primeros de Europa, GRUPOSA firmó un acuerdo de colaboración con la Universidad para completar la colaboración que comenzó en el año 2000. La Real Fábrica de Tapices, con 300 años de experiencia en la fabricación y restauración de alfombras, tapices y reposteros, ha sido la encargada de rehabilitar las dos últimas obras tituladas “El Emperador Aureliano lleva en su Triunfo a Zenobia con sus hijos y al Rey Tetriens con su vástago” y “Fuga de Cenobia y Zada en Emesa”, del siglo XVII. Dos grandes paños de más de 3 metros por 5 metros, por lo que su restauración ha requerido una dedicación completa de cerca de un año —seis meses para cada tapiz— ya que, según explica la restauradora Verónica García, estaban muy deteriorados y tenían debilidades estructurales que ahora se han subsanado.
Los tapices de la Universidad de Salamanca tienen un importante valor histórico, no son solo parte del patrimonio de la institución, sino que esta serie de paños ubicados en el Paraninfo, el Antiguo Hospital del Estudio y la Casa-Museo Unamuno recuerdan la importancia que el Estudio tuvo para la Casa Real.
Hace un año, a finales de 2019, los técnicos de la Real Fábrica de Tapices de Madrid descolgaron los dos tapices de la Universidad de Salamanca ubicados en la Antigua Capilla del Hospital del Estudio y del Salón Rectoral de la Casa-Museo Unamuno para iniciar su minucioso proceso de restauración. Desde el momento que se descolgaron comenzó el trabajo, ya que se cuida al detalle el modo en el que se retiran de la pared para evitar que en este proceso se pueda producir algún daño mayor.
Ya en la Real Fábrica de Tapices el primer paso fue la documentación de las obras. “Se analizaron tanto las características materiales y técnicas de los tapices como los detalles de las manifestaciones del deterioro de los mismos de forma exhaustiva, tanto en un primer momento como durante el desarrollo de toda la intervención”, explica la jefa del Departamento de Restauración de Tapices, Verónica García y reconoce que en este caso las dos telas estaban bastante dañadas con debilidades estructurales que había que frenar con la rehabilitación, así como pérdidas totales de la imagen. La restauración, por lo tanto, fue integral.
El proceso de documentación se hizo de forma gráfica con cientos de fotografía mediante el uso de una metodología para obras de gran formato, así como de forma escrita describiendo todos los efectos que los diferentes agentes de deterioro causan en los tapices.
Tras la documentación preliminar, se llevaron a cabo las pruebas de estabilidad de tintes para reproducir en el laboratorio las condiciones que tendrá en tapiz en el proceso de lavado por inmersión controlada. De esta forma se aseguraron de que el trabajo se desarrollaría sin ningún inconveniente. “Este proceso de limpieza acuosa, propio de la Real Fábrica de Tapices por medio de una inmersión controlada garantiza la eliminación de la suciedad depositada en el tapiz minimizando el deterioro de las fibras durante el proceso”, añade la restauradora que apunta que el lavado dura unas 8 horas en una gran máquina de lavado de 6 metros por 13 metros.
Una vez que el paño estaba limpio, comenzó la siguiente fase de consolidación estructural. “Se utilizaron materiales compatibles, previamente teñidos según las zonas aledañas a compensar estéticamente. El procedimiento tuvo como fin completar las zonas con faltantes de urdimbre y trama mediante el uso de soportes preparados especialmente para esta función”, señala Verónica García y apunta a una de las particularidades de este caso: “En alguna intervención anterior se colocó una especie de marco que se fijó mediante puntadas utilizando un tejido de paño de lana de color marrón. Cuando se eliminó para el lavado, descubrimos que las cuatro esquinas habían sido recortadas para encajar esta pieza”.
Finalmente, se realizó el proceso de forrado y adecuación para el montaje utilizando un tejido adecuado “salido del taller”, sin aprestos ni aditivos y se colocó un sistema de montaje mediante la aplicación de velcro.
Igual que fue importante el desmontaje lo fue el traslado y montaje de los tapices. “El proceso fue más complejo en el tapiz del Rectorado por las características del muro, que obligó a llevar a cabo un montaje con aislamiento del contacto directo con dicho muro, para lo que se fabricó a medida una estructura aislante”, detalla la restauradora.
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