Como cirujanos especializados, exquisitos en el método, la práctica y la inocuidad, así deben ser los trabajadores que a partir de ahora van a limpiar y mantener en buen estado los restos arqueológicos que se exponen en diferentes espacios de la ciudad.
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Dirigidos por un técnico, deben retirar la vegetación, los restos biológicos y las especies colonizadoras de estas zonas y elementos.
Tienen que eliminar la condensación de las urnas cuando sea necesario, retirar la suciedad incluso de las señales y hasta quitar los restos con un aspirador industrial supervisados por un arqueólogo con experiencia acreditada.
Esta es la estrategia de limpieza de las zonas de la ciudad en las que se expone parte del patrimonio municipal tras la adjudicación del nuevo contrato que segrega la labor de la del servicio habitual de limpieza.
Las tareas las asumirán dos peones especializados en trabajos arqueológicos de excavación, consolidación y puesta en valor de yacimientos supervisados por un técnico superior, en este caso por un arqueólogo.
«Con criterio general las actuaciones deberán realizarse con el mayor cuidado posible», según el contrato, para no incrementar la degradación natural de los restos expuestos, su desmoronamiento o el del sustrato en el que se encuentran excavados, casi como si fueran actuaciones quirúrgicas para no dañar los restos.
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Los sistemas de limpieza deberán ser lo más inocuos posibles y, además, contar con el informe favorable o la autorización del técnico municipal responsable, siempre dirigidos por un técnico cualificado y con formación en este ámbito que podrá contar con asesoramiento e incluso la intervención directa de restauradores titulares.
La metodología de trabajo también impone la elaboración de un registro «pormenorizado» de fechas y espacios tratados.
Los operarios deberán hacer un seguimiento «constante» de la evolución física de los restos arqueológicos o etnográficos, elaborando documentación gráfica y mapeando el trabajo para incorporarlo en una memoria anual.
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Si a pesar de todo esto se produce una «alteración» o «degradación» de los bienes, deberá comunicarse «de forma inmediata» a los técnicos municipales. Todos estos trabajos se deberán hacer fuera de los horarios de visitas públicas en las cinco localizaciones.
Se trata de la Cueva de Salamanca, del Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Salamanca, las urnas de la Iglesia de San Lorenzo, los restos arqueológicos del Botánico, así como los restos arqueológicos del Cerro de San Vicente.
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Según el contrato, estarán excluidas de las actuaciones de limpieza los espacios públicos de tránsito o de estancia, así como zonas verdes cuyas labores de limpieza y mantenimiento estarán gestionadas por otras áreas municipales.
A nivel general, la actividad se va a centrar en la retirada de vegetación, de desechos biológicos y la limpieza de señales, aunque en el caso del Cerro de San Vicente llama la atención que también se deberá acometer una limpieza semestral de la superficie de todos los restos con un aspirador industrial. También tendrán que asumir la limpieza de los muros del patio exterior del antiguo convento de San Vicente.
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