Entrada de la panadería Clotilde en la avenida Portugal.

Cinco generaciones horneando pan en Salamanca desde antes de 1910: «Espero jubilarme aquí»

La historia de la panadería 'Clotilde' comenzó en Valero en 1910, aunque el oficio ya lo practicaban en la familia desde antes y, actualmente, los más pequeños ya 'juegan' con la masa en el obrador

José Fuentes Rajo

Salamanca

Sábado, 15 de marzo 2025, 06:00

En el corazón de Salamanca, en un pequeño local de la avenida de Portugal, se esconde un negocio cuya familia lleva regentando desde 1910. Se trata de la panadería 'Clotilde', también famosa en el barrio de Delicias, donde, en la calle Guatemala, la familia tiene el obrador donde se amasa y hornea el pan cada día.

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Hace 115 años, una mujer decidió abrir una panadería en Valero sin ser consciente de que iba a dar origen a un nuevo legado en su familia y en la provincia. Tanto es así que su nieta, que lleva su mismo nombre, Clotilde Sillero, es quien relata ahora la historia de este negocio desde su propia experiencia tras el mostrador.

Aunque el negocio lo fundara su abuela, su bisabuela ya conocía el oficio y fue transmitiendo este saber hacer a sus descendientes, que generación tras generación han mantenido el mismo sabor tradicional de hace más de un siglo.

«Mi padre, desde pequeñito, ya le sentaban en la mesa a practicar con la masa y, con ocho años, ya subía al pueblo de arriba, San Miguel de Valero, a buscar la levadura», relata Clotilde acerca de cómo en su familia han aprendido el oficio desde una edad temprana, algo que también ocurrió con ella y sus hermanos, cuando de niños ayudaban en el negocio «recogiendo perronillas, mantecados, empanadas»; y que sigue ocurriendo con sus propios hijos: «Yo tengo tres hijos y a los dos mayores, los sábados, los llevo a que jueguen con la masa, que conozcan el oficio y que vayan desarrollando el gusto», cuenta Clotilde.

La aventura de este negocio continuó con el tiempo en la capital porque Valero, «al igual que le pasa al resto de pueblos de la Sierra, se hace cada vez más pequeño y hay menos gente», relata Clotilde acerca de los motivos que empujaron a la familia a trasladarse a Salamanca. El descenso progresivo de la población no solo afectaba al volumen de clientes, sino a la calidad de los servicios disponibles, como los colegios. Además, Valero es un pueblo con una gran tradición apicultora, por lo que en primavera muchos habitantes se desplazan a donde están las colmenas, forzando aún más el traslado de muchos negocios.

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Así, en 1998, la familia se mudó a Aldeatejada y, un año o dos más tarde, se trasladaron al obrador de la calle Guatemala, que lleva abierto desde entonces. En el local de la avenida de Portugal que se puede ver hoy en día, llevan en el número 62 desde hace 12 años, después de haber probado suerte en la plaza de España.

En esta panadería, todo, desde el pan hasta la bollería y los hornazos, se sigue haciendo a mano y «nada pasa por maquinaria ni lleva aditivos». Ese producto tan cuidado, resultado de un oficio heredado durante décadas, es lo que ha diferenciado a esta panadería de otras de la ciudad.

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«Nuestro pan no es un pan barato; la gente que viene es porque quiere que la barra o el colón al día siguiente siguan teniendo un buen estado», relata Clotilde para explicar cómo han conseguido fidelizar a su clientela en un «negocio pequeñito en el que cuidamos mucho el producto».

De hecho, al tratarse de un establecimiento familiar, lo más duro del día a día es la exigencia que imponen los horarios y la rutina. «Se trabaja todos los días, desde fines de semana hasta festivos», cuenta la panadera para exponer lo «más sacrificado» de este negocio, destacando también la obligación de «madrugar mucho», ya que el pan se comienza a hornear todos los días desde las cinco de la mañana, una tarea que no para hasta las tres de la tarde.

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Es por ello que, desde hace poco, han comenzado a cerrar los domingos para poder descansar de la rutina al menos un día a la semana, ya que, aunque las dos dependientas tienen sus días libres, la familia «no descansa».

El trato cercano y cariñoso con los compradores es el otro ingrediente base para forjar un negocio que permanezca vivo más de un siglo. «El trato es súper familiar», destaca Clotilde, que explica con una sonrisa cómo, cuando han nacido sus hijos, algunos clientes les han hecho regalos; así como cuando ellos saben que alguno está enfermo o atraviesa un mal momento, se preocupan, un trato que es recíproco.

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La relación traspasa el mostrador hasta el punto de que la dependienta que trabaja en el obrador intercambia libros con otra clienta, formando un íntimo 'club de lectura'.

Panadería Clotilde lleva 115 años en la provincia, pero, si nada se tuerce, podría continuar muchos años más, ya que tanto a Clotilde como a su hermano les gusta el oficio y tienen la idea de seguir cuando su padre se retire: «Espero poder jubilarme trabajando aquí», concluye.

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