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Lunes, 11 de marzo 2019, 17:57
Meli Sánchez trata de olvidar la tragedia. Quince años después se familiariza con que este lunes sea un lunes más y no el aniversario de aquel 11 de marzo que le causó unas heridas que no cicatrizan. No es metáfora. Pasó un mes en coma y las secuelas le acompañan toda su vida con una fuerte hemiplejia en la parte izquierda de su cuerpo, la pérdida de un ojo, un oído y gran parte de la audición en el otro. Su marido, Enrique Rodríguez, traslada que la herida “estará ahí siempre”. “Lo que hace falta es que no vuelva a pasar”, recuerda aún con deudas pendientes. “Todavía estamos esperando a que nos pidan perdón por habernos metido en una guerra, como sí que han hecho en otros países”, lamenta.
Meli Sánchez, natural de Nava de Béjar, y su marido huirán de los focos. “Vamos a un fisioterapeuta para el mantenimiento de la parte cerebral tres días a la semana y necesita ayuda de una persona tanto para bañarse como para todo. Trataremos que sea un día normal. No sería sencillo”, explica Rodríguez que reconoce que tratan de “olvidar”. “Nos ha tocado a nosotros, pero hay que seguir viviendo”, incide recordando que tras recibir las indemnizaciones tratan de “continuar con la vida”.
El 11-M quebró la vida de 192 personas, entre ellos varios salmantinos como Begoña Martín Baeza, vinculada a Béjar, donde se le dedicó una plaza en el año 2009 y donde el club de montañeros ‘Sierra de Béjar’ la recuerda cada año en un memorial. Su familia prefiere guardar silencio ante el aniversario. Otra de las víctimas fue José García, padre de dos hijos adolescentes que falleció con 46 años, muy querida en la localidad salmantina de Sanchotello donde es muy recordado y donde hasta hace pocos años veraneaban sus padres. “En el pueblo es imposible que se olvide, pero los padres ya no vienen porque están muy mayores. Fue una tragedia”, explica Pelayo Gómez, teniente de alcalde de Sanchotello que asegura que en esta ocasión no habrá ningún homenaje por el aniversario. Otras víctimas fueron Ambrosio Rogado, natural de Campo de Peñaranda, y Sara Encinas, que, aunque nacida en Madrid, tenía raíces en Yecla de Yeltes.
Si para las víctimas resulta difícil olvidar, los profesionales sanitarios que trabajaron ese día recuerdan las escenas fotográficamente. Es el caso del cirujano pediátrico salmantino del Hospital de La Paz Juan Carlos López que señala que una de las claves para que hubiera pocos niños atendidos en las unidades pediátricas fue que se produjo a primera hora de la mañana. “Tratamos a muy pocos. Yo tuve a dos niños en La Paz que no se me olvidará porque perdieron a su padre que era abogado del Consejo de Cuentas”, detalla. Y es que durante más de una década ha estado siguiendo su evolución tanto de la atención física como mental. “Hemos hecho un seguimiento hasta que se completara el desarrollo psicológico porque la pérdida del padre fue más grave que las secuelas físicas”, recuerda. Otra de los puntos esenciales para el facultativo fue la hora del incidente y la posibilidad de interrumpir las operaciones previstas. “Si el atentado hubiese sido a las 9 con los quirófanos ocupados, la mortalidad hubiera aumentado muchísimo, porque se pudieron utilizar todos para urgencias”, incide. También prestó ayuda a los compañeros de otras especialidades donde vivió escenas dramáticas: “Ver morir a una mujer embarazada delante de mí que parecía que estaba bien, pero tenía la cava rota, y que falleció mientras le suturábamos una herida en la cara”.
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