Los 'cazafantasmas' de Salamanca

Apenas pasan Álvaro, Daniel, Raúl y Alberto por la calle Zamora todas las cabezas giran en su dirección para mirarlos con curiosidad. Y no es para menos, con sus mochilas cuadradas, sus uniformes y las extrañas máquinas que cargan de un lado a otro durante su jornada laboral, los cuatro hombres llaman la atención por donde sea que vayan. Tanto es así que, en apenas poco más de un mes de trabajo, se han ganado el apodo de los 'cazafantasmas'. Un mote que pueden llegar a decirles unas veinte veces por día y que no es difícil intuir a qué hace referencia.

Sin embargo, las máquinas que estos hombres manipulan hacen algo mucho más útil por Salamanca que atrapar criaturas sobrenaturales: eliminan los chicles del suelo de las calles. Un problema que afecta la imagen de la ciudad y al que hasta la fecha no se le había encontrado ninguna solución. «Antes intentábamos quitar los chicles con agua a presión, pero era imposible porque hay unos que están muy incrustados. Ahora estamos quitando unos 800 chicles diarios por máquina», explica Tomás del Río encargado del servicio de limpieza viaria de Salamanca.

Una cifra que apunta a que en el mes y medio que llevan los 'quitachicles' en acción se han eliminado casi unos cien mil chicles de las calles salmantinas. Un número que resulta impresionante y que, no obstante, está lejos de dejar impolutas las vías de la ciudad. «Es un trabajo muy largo porque hay millones y millones de chicles. Ya no digo miles, sino millones. Y eso sin tomar en cuenta que cada día las personas tiran más. Nosotros tenemos contrato por doce años y yo creo que aunque ninguna persona volviera a tirar un chicle en su vida seguiríamos teniendo trabajo por estos años. Es que hay zonas en las que son capas sobre capas de chicles», comenta del Río, quien además señala que a pesar de contar con un grupo de trabajadores dedicados es imposible avanzar siempre a la misma velocidad.

Una afirmación en la que coincide los operarios. «Los chicles más antiguos son más sencillos de sacar porque ya están duros y salen más fácil. Al contrario, los más recientes tenemos que raspar mucho porque todavía tienen mucho elástico», explica Álvaro García.

Mientras que, «las zonas donde hay heladería, terrazas o las que son muy transitadas son las peores. En estas zonas podemos llevarnos días enteros sacando todos los chicles que tienen. Por ejemplo, en los soportales de la Plaza Mayor nos hemos tirado tres días haciendo un cachito. Ahí podía haber fácil unos doscientos chicles por metro cuadrado», comenta del Ríos.

Además, a la difícil tarea de luchar contra un número excesivo de chicles, se le suma otro reto: saber diferenciar cuando la suciedad es producto de la pegajosa golosina y cuando se trata de la cera de las procesiones o sencillamente de una mancha de la piedra. «A mí que tengo gafas ya me cuesta distinguir entre los vetas de la baldosa y los chicles. Y me puede pasar que me confunda e intente sacar una mancha de la piedra, pero eso ya es mal funcionamiento por los años», bromea Alberto, quien además comenta que ya están acostumbrados a las preguntas y la mirada de extrañeza de los peatones. «La gente se para y nos dice: ¿qué hacéis? y cuando les contestamos que estamos quitando los chicles de la calle se sorprenden y nos preguntan como funcionan las máquinas o que si absorbe los chicles. Es algo que levanta mucha sorpresa porque aquí en Salamanca no se había visto antes», apunta.

Los 'quitachicles' han empezado su labor por el centro y las principales avenidas de la ciudad debido a que son los lugares en los que la cantidad de suciedad es mayor. Sin embargo, esperan extender su trabajo a todos los barrios de Salamanca en los próximos meses.

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