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El actor Carmelo Gómez.
Carmelo Gómez: «Salamanca fue la ciudad donde comencé con el teatro. Recuerdo con cariño el Teatro Liceo»
ENTREVISTA

Carmelo Gómez: «Salamanca fue la ciudad donde comencé con el teatro. Recuerdo con cariño el Teatro Liceo»

El actor llega al Teatro Liceo este sábado con la 'La guerra de nuestros antepasados'

Viernes, 1 de diciembre 2023, 09:12

Un actor leonés, con una gran unión a la tierra charra, donde desarrolló sus comienzos en el mundo del teatro. Ha dejado huella en la filmografía española con su aparición en grandes proyectos como 'Días contados', 'La ardilla roja' o 'Tierra'. Tras un gran recorrido en el mundo de la interpretación, con grandes reconocimientos como dos premios Goya, Carmelo Gómez regresa a Salamanca con la adaptación de la obra de Delibes, 'La guerra de nuestros antepasados', en la que representa a Pacífico, quien, hasta el final terrible de la obra, defiende la paz frente a la guerra y la no violencia como camino de vida. La obra tendrá lugar en el Teatro Liceo a las 21:00 horas este sábado para que el público salmantino pueda disfrutar de ella.

¿Cómo se siente al venir a Salamanca?

—Para mí, es increíble volver a Salamanca porque voy varias veces al año. Tengo allí muchos amigos porque Salamanca fue la ciudad donde comencé en el teatro. Conozco la ciudad y su entorno y siempre que voy pienso en el Teatro Liceo, que fue el primer teatro en el que hice una representación y le tengo cariño. Actuar allí es como estar en un palacio.

¿Cómo va a salir el público tras ver la obra?

—Creo que el público castellano entiende a Delibes de una manera distinta. Todo su imaginario es algo cercano a todos nosotros. Uno de los factores que gusta al público es el uso de las palabras, de las voces antiguas, de los momentos de otro tiempo, que no está mal recuperarlas. Por un lado, son chocantes, pero, por otro lado, es bonito encontrarnos con el pasado. Otro de los factores que conmueve a todo el mundo es que no es solamente un alegato contra la guerra, que, ahora mismo, es tan importante. Además, es un efecto de todo lo que ocurre cuando los mandatos imponen a la gente comportamientos que nosotros rechazamos, pero que no nos queda más remedio que asumirlos como buenos. Cuando eso ocurre, se violenta nuestra libertad. Ya no se piensa de la misma manera sobre las cosas. Yo creo que eso emociona al espectador.

Se trata de una obra publicada en 1975 pero, ¿cree que se puede extrapolar a la sociedad actual?

—Sí porque sino no sería un clásico. Esta obra, a pesar de haber sido escrita en una época muy distinta, nos hace ver que lo esencial sigue estando vivo y sigue siendo un enigma para nosotros, como puede ser la libertad. Es una reflexión que se puede hacer en el patio de butacas.

¿Cómo es el proceso de preparar una obra como esta de Delibes?

—Para mí, el proceso fue fácil. Los procesos me suelen durar un año. Este personaje estaba muy cerca de mí porque yo soy castellano, de tierra llana y de horizontes. Ese mundo de la estepa que explica tan bien Delibes, yo lo conozco al dedillo. Me han permitido recoger algunas expresiones concretas de mi tierra, de León. Eso es algo que nos confiere una identidad propia y que seguro que el público que sea de ahí también lo va a reconocer.

¿Qué ha aprendido de Pacífico, el personaje al que da vida en la obra?

—Creo que todos tenemos mucho que aprender de un hombre que es absolutamente bueno y que, sin embargo, está metido siempre en líos porque precisamente no tiene filtros para defenderse del mal. Hay que aprender cómo conjugar una cosa con la otra. Con esta historia, también he aprendido una actitud defensiva ante la vida. En esta democracia nuestra, necesitamos también defendernos y no con pasividad. Creo que algo de esto me queda por ahí, el comprender a todo el mundo pero de una manera resignada. También he hecho una cura de los mandatos que yo tenía con mi padre, que quería que fuera campesino y se opuso a la idea de que fuera un actor. Él no conocía lo que significaba este oficio. Por eso, cuando comencé en esto, no encontré muchos apoyos. El mandato era quedarme en el campo. Sin embargo, ejercí mi libertad. Eso es lo que realmente me hace ver cómo resolver los problemas que aún tengo.

Ha recibido premios como dos Goyas o el Premio Nacional de Cinematografía. ¿Qué significa esto en la carrera de un actor?

—Si eres muy joven, es el principio, y, si eres mayor, el final. Es verdad que, de joven, es un acicate que reconozcan lo que haces y en una edad como la mía tampoco es un mal momento, en el que todo se queda como empezó, con reconocimiento por tu trabajo, para parar esa parte de mi vida, parar, para enfocarme en esa otra parte de mi vida en la que dejo de desplegarme en otros personajes. Para mí, esos premios están ahí para avalar esa idea que me ronda la cabeza.

¿Convertirse en actor era su sueño de niño?

—Sí. Mi sueño era este. Era un sueño en silencio porque no lo podía compartir en mi casa. En mi pueblo, empecé a hacer mis pinitos en el teatro, pero siempre como de manera más 'escondida'. Cuando fui a Salamanca, fue cuando empecé a hacer teatro con algunas compañías de manera evidente. Ya allí, mis amigos me animaron a continuar con la interpretación en Madrid. Siempre me recuerdan cuando soñábamos que podíamos ser actores. Para mí, Salamanca está en un hueco de mí corazón.

¿Pensaba que era posible alcanzar todo lo que ha alcanzado?

—La verdad es que no. Soñábamos porque, de jóvenes, los sueños no tienen límites. Lo que yo he apredido en mi vida es que los azares te conducen a lugares que, ni tú mismo en el mejor de los sueños, habrías podido alcanzar. Yo, cuando llegué a Madrid, di con grandes profesionales del sector y fui a hacer teatro del grande con los mejores actores que, para mí, había en ese momento; jóvenes y con mucha fuerza. Fue donde aprendí muchísimo y vi que todo era fácil, que todo se me ponía de frente. Para mí, era todo normal. Ese era el momento y superaba cualquier sueño.

¿Qué consejo la daría a esos jóvenes que comienzan en este mundo?

—Decirles que, si ellos tienen esas ganas, esa necesidad, si sienten ese impulso fuerte, lo tienen que intentar, aunque no se consigan grandes cosas. Es peor quedarse con la frustración por no haber intentado algo. Intentar siempre se puede. Aunque también tengo que decir que es algo durísimo, pero, de joven, no hay nada duro y siempre hay una oportunidad para cambiar de opinión. Es duro porque es muy competitivo, no hay políticas de desarrollo con lo que tiene que ver con lo cultural y muchos menos con lo teatral y el cine ha sido masacrado por las series, entonces ya no se hace cine como antes. En general, el cine ahora está al servicio de lo que quieren las plataformas, ya no hay autor. Pero, sin embargo, cuando uno tiene ganas, los momentos se encuentran doblando la esquina. No sabes cuándo te puede cambiar la vida.

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