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Cristhian Solano
Lunes, 15 de julio 2024, 11:54
Cada verano las rebajas se convierten en el epicentro de una fiebre consumista que atrae a miles de salmantinos hasta las tiendas en busca de nuevas ofertas en sus artículos favoritos.
Las tiendas y establecimientos lanzan sus campañas para captar la atención de nuevos clientes y satisfacer la demanda de los más habituales. Mantenerse fresquito dentro de una tienda o haber cobrado la 'paga extra' pueden despertar las ganas de renovar el fondo de armario. Según la Confederación Española de Comercio, las rebajas de verano reportaron un 15% de ventas más que el mes previo.
El aumento del consumo no solo beneficia a las grandes cadenas, sino también a pequeños comercios que dependen de estas fechas del año para equilibrar sus cuentas. Una trabajadora de una tienda de ropa de Salamanca explica que «el incremento lo empezamos a notar dos o tres días más tarde de comenzar, los clientes empiezan por grandes superficies y nosotros vamos quedando para después. Julio sí que suele ser un mes en el que se nota el incremento de manera positiva, agosto suele ser más flojo».
Uno de los principales retos del comercio local es competir contra las grandes marcas de ropa. «Es muy difícil competir con las grandes superficies que ponen unos precios muy agresivos desde el inicio de las rebajas, para nosotros suponen cada vez menos gasto por parte de nuestros clientes, ya que grandes superficies y ventas online se llevan todo», añade otra dependienta que trabaja en la ciudad. Las rebajas también influyen en el empleo. Generan trabajos temporales, un respiro para muchas personas que encuentran en esta época una oportunidad laboral.
Cuenta que sus clientas suelen preferir «vestidos fresquitos y camisetas de manga corta». Sin embargo, cuanto más tarda en entrar el verano, más complicado es darles salida a los productos de verano. La trabajadora añade que «condiciona mucho el clima, si no hace calor tus clientes no empiezan a preparar su ropa de verano y cada año se hace más tarde».
Sin embargo, el consumismo sin control no solo afecta a nuestros bolsillos, sino que también afecta al medio ambiente. La cara B de esta lectura repercute de manera negativa en la naturaleza y sus recursos. La Comisión Nacional del Agua afirma que para producir una prenda de 250 gramos de algodón se emplean 2.700 litros de huella hídrica, dato que equivale a la cantidad que consume una persona en un promedio de dos años.
Según el Parlamento Europeo, la producción y tinte de elementos textiles es responsable de aproximadamente del 20 % de la contaminación de agua potable en todo el mundo. Las rebajas incrementan la producción de las grandes marcas para vender ropa que en algunas ocasiones tiene peor calidad. El último informe Pulse of the Fashion Industry elaborado por la Global Fashion Agenda expone que en 2023 se han desechado 92 millones de toneladas de prendas de ropa.
Otra lectura de la moneda es el proyecto 'No lo Tiro Salamanca', una plataforma social donde se puede intercambiar productos textiles sin necesidad de recurrir al consumismo tradicional.
Con esta iniciativa se puede donar prendas o artículos olvidados en el armario u obtener un nuevo producto que estaba destinado al olvido en el ropero de otro ciudadano. Al frente del proyecto está Andrés Hernández y afirma que No Lo Tiro «surge de la idea de no generar residuos. Cortar la cadena de comprar y tirar.» Cuenta que la iniciativa «se plantea un grupo de WhattsApp donde subes lo que ya no quieres usar, y si alguien lo quiere se lo das.» En la actualidad el grupo cuenta con unas 300 personas dado que «hay gente que entra y sale y otras personas que son habituales y se conocen».
Una de las últimas tendencias es la compra y venta de ropa a través de aplicaciones en internet. Cada vez son más las personas que venden las prendas que ya no usan para hacer hueco en su armario, y de esta forma se sacan unos ahorros extra para destinar a otros recursos.
Wallapop, Vinted, Poshmark o ThredUp son algunos ejemplos de este tipo de aplicaciones. Pablo Gálvez, estudiante en Salamanca asegura que vendiendo la «ropa que ya no necesitaba pero que estaba en muy buen estado» ha conseguido sacar ahorros para las vacaciones de este verano.
Afirma que ha «tenido muy buena recepción y gente de diferente nacionalidad (alemanes, franceses, belgas, neerlandeses y portugueses) han adquirido productos». «Esto me ha servido para ganarme un dinerillo extra este verano, para viajar y hacer planes, y además es una manera muy buena y útil de darle un nuevo uso a la ropa que ya no te gusta o no te queda bien».
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