Una desgracia. Así sienten lo vivido los vecinos de una comunidad del barrio de San Bernardo durante los últimos 12 meses por culpa de los ocupas que se instalaron en una de las viviendas. «Un vecino incómodo, que llega en un estado de no normalidad que recibe a personas extrañas, no sabemos para qué negocio». Con estas palabras describe el administrador de la comunidad de propietarios al inquilino, poniendo especial cuidado en la elección de cada una de ellas para no sufrir represalias a pesar de haber acompañado a las víctimas de esta historia en el miedo que han sentido, en la incertidumbre y en las pérdidas económicas.
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Son muchas las particularidades que hacen de este suceso un caso especialmente sangrante, empezando por que cuando hace unos días el ocupa abandonó la vivienda tras producirse un incendio en su interior, tardó solo unas horas en volver a colarse, esta vez aprovechando un andamio de unos pintores para entrar por la ventana, ya que el cerrajero había asegurado la puerta con uno de los mejores candados del mercado. Esta vez el propietario logró recuperar la vivienda rápidamente, pero en unas condiciones penosas. Su abogado asegura que prefiere no hacer declaraciones en un intento de pasar página cuanto antes, tras el calvario que ha pasado y para que la difusión de su historia no genere un efecto llamada y la vivienda vuelva a ser ocupada.
Por lo que comentan los vecinos, la vivienda ha quedado casi totalmente destrozada por el incendio, pero también por la suciedad y el abandono al que se ha sometido durante más de un año. «Hay cuadras que están en mejor estado», describe uno de ellos. «Había que ver cómo estaba el baño, paredes y todo. Ahí no valen ni las ventanas ni las puertas», relata.
Aunque el propietario es la primera de las víctimas en una ocupación, no es la única. Sus vecinos han sufrido situaciones muy complicadas durante este tiempo, especialmente el vecino con el que comparte rellano, al que incluso le quemaron la puerta de la vivienda con decenas de cerillas. «No sé si querían incendiarle la casa o simplemente asustarle», relatan los testigos.
«Un día apareció sangre en las escaleras después de que se escuchara una discusión con alguien que llegó», cuentan. Riñas, trajín de personas, discusiones… Todo esto generó que algunos de los inquilinos abandonaran las viviendas en alquiler, quedando vacías. Los propietarios reaccionaron convocando una junta de vecinos en la que aprobaron instalar cámaras. «No es que sirvan de mucho, pero tienen un efecto disuasorio», explica el administrador de la finca, que también prefiere mantenerse en el anonimato para no sufrir represalias. Lo que sí hizo fue animar a los dueños a que presentaran denuncias. «Instamos a los vecinos a que denuncien porque para el desahucio serán más efectivas 10 reclamaciones que solo una».
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«Al que le toca un vecino incómodo como este es una desgracia», insiste el profesional, que ha tenido que gestionar situaciones parecidas en los últimos años. Ahora la vivienda está cerrada con puerta y ventanas clausuradas, pero el propietario tendrá que sumar más pérdidas, ya que al menos en seis meses no tendrá el piso listo para volver a alquilarlo. El seguro de la vivienda compensará parte de las pérdidas, pero ni de lejos cubrirá la totalidad y, por supuesto, el ocupa es insolvente.
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