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Damián Castaño, a la izquierda, junto a su primo Álvaro disfrazados de campesinos en Espeja.
Bocata de nocilla y a torear: así eran los veranos de Damián Castaño en Espeja

Bocata de nocilla y a torear: así eran los veranos de Damián Castaño en Espeja

El diestro recuerda con nostalgia aquellos veranos de 1986 y 1987 en los que pasaba todo el día en su pueblo, compaginando el frontón con su ilusión por llegar a ser torero

Sábado, 6 de julio 2024, 12:49

Damián Castaño (Salamanca 17/12/1990) recuerda con nostalgia aquellos bocadillos de Nocilla de las calurosas tardes de verano en Espeja, el pueblo de su familia.

Con apenas siete años vivía en esta pequeña localidad salmantina situada entre Ciudad Rodrigo y Portugal y allí los meses de julio y agosto eran especiales: «Pasé muchos veranos especiales en Espeja, pero hubo dos años que por circunstancias de trabajo de mi padre yo tuve que vivir con mis abuelos y fueron inolvidables porque en el pueblo éramos todos los niños prácticamente familia».

Desde pequeño, Damián quiso ser torero. Jugaba con sus primos al toro: «hacíamos un circulo en arena y lo pintábamos. Cada uno nos pedíamos ser un torero y yo siempre me peleaba con mi primo Álvaro por ser Javier Castaño. Nos embestíamos uno a otro e íbamos apuntando en una libreta las orejas que cortábamos y al final el que más tenía era el triunfador de la temporada».

Era su pasión y compaginaba este juego acompañando a su hermano Javier en la furgoneta en los festejos que toreaba. Como cualquier niño de esa edad, Damián castaño era «un poco trasto». Le encantaba merendar cada tarde un bocadillo de Nocilla que cariñosamente le ponía su tía y hasta dio algún «disgustillo» a sus abuelos: «Recuerdo que una tarde mi tío Ramón, que trabajaba en una finca cercana a Espeja, nos llevaba en el camión a echar de comer a los animales y en descuido mi primo Álvaro y yo nos escapamos del camión. Estuvieron toda una tarde buscándonos y cuando aparecimos por casa nos calló la mundial. Qué pedazo de bronca nos echaron», recuerda entre risas el torero mientras viaja a Ceret (Francia) donde esta tarde se viste de luces.

El toro, corretear con la bicicleta, darse un chapuzón en la piscina y jugar al frontón eran sus ocupaciones durante esos veranos en las que nadie le controlaba: «Tenían cuidado de nosotros, pero en los pueblos tan pequeños no había horarios. Nosotros entrábamos y salíamos de las casas», recuerda Damián Castaño antes de explicar otra de sus pasiones de verano: el disfraz. De pequeño no hacía falta esperar a Carnaval para ponerse el disfraz y durante las noches de verano se acuerda de un gran día en el que se vistió de campesino con su primo Álvaro. ¡Qué tiempos!

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