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Tratantes y ganaderos, en un día de feria en el Arrabal en enero de 1972.
Aquellos tratos junto al río
MEMORIAS EN BLANCO Y NEGRO

Aquellos tratos junto al río

Cabezas de ganado, ganaderos y agricultores se citaron semanalmente durante casi un siglo en el Arrabal del Tormes. El antiguo mercado protagonizó muchas de las fotos icónicas que dieron testimonio del siglo XX en Salamanca

Roberto Zamarbide

Salamanca

Domingo, 6 de abril 2025, 07:00

Reses y catedral. Cerdos y Puente Romano. El latido rural contrasta con la arquitectura histórica de la ciudad en numerosas imágenes de Salamanca que remiten a otros tiempos lejanos, aunque no hace tanto que, en la ribera izquierda del Tormes, a uno y otro lado del Puente Romano, el ganado y los ganaderos reinaban cada lunes.

La estampa era impactante. Ninguno de los más relevantes fotógrafos que registraron la vida diaria de la ciudad en el siglo pasado dejó de buscar la belleza explorando ángulos atractivos que reflejasen el encuentro semanal de hombres y animales, que, por otra parte, decidía los ingresos de tantas familias salmantinas en un sector básico para nuestra economía.

Durante casi un siglo, concretamente nueve décadas y hasta principios de los años ochenta, las inmediaciones del Puente Mayor fueron recinto semanal para este encuentro entre compradores y vendedores.

Fue en 1892 cuando el mercado de cerdos llegó al Arrabal del Puente. Allí se trasladó desde la conocida como plaza de la Justicia, un espacio situado fuera de las murallas, más allá del arrabal de Santo Tomás, antes de alcanzar el convento de los Jerónimos, cerca de la fábrica de Mirat. En las postrimerías del siglo XIX, las obras del trazado del ferrocarril Plasencia-Astorga, que cruzaría el Tormes, obligaron a desalojar de allí la cita ganadera.

Anteriormente, hasta mediados del siglo XIX, el mercado había ocupado las inmediaciones de la iglesia de Santiago, donde hoy se encuentra la plaza del Mercado Viejo, que debe su nombre a aquella presencia histórica. Allí se vendían vacas, bueyes, cerdos, caballos o mulas, que fueron «emigrando» al nuevo emplazamiento de Santo Tomás.

La llegada del mercado de los lunes al Arrabal y al Teso de la Feria llevó a los animales a las inmediaciones del recién inaugurado matadero municipal, que abrió sus puertas el 1 de julio de 1892 en un emplazamiento elevado, en la margen izquierda, que se correspondería hoy con el barrio del Tormes. Y lo hizo no sin cierta polémica por las deficiencias del edificio y la falta de suministro de agua. Los fallos en las instalaciones se irían solucionando.

A diferencia de lo que ocurría en los mercados diarios o semanales de la ciudad, el mercado de ganado parecía reservado a los hombres. A veces, los niños acompañaban a sus padres para ayudar a cuidar el ganado y ocuparse de labores auxiliares, al tiempo que aprendían los fundamentos de la negociación y el regateo.

Los días de mercado eran días de fiesta. Vacas, bueyes y terneras, cerdos bien cebados, caballos, yeguas, burros, cabras y ovejas se extendían por la planicie junto al río, vigilados por sus dueños, que, con los compradores y los tratantes, hacían sus negocios. Algo más hacia el interior, en las inmediaciones de la actual plaza de Poniente, se instalaban los puestos con todo tipo de productos que necesitaban los ganaderos y agricultores salmantinos. Junto a los animales, carros y tartanas, muchos de ellos pintados de colores. En la segunda mitad del siglo, fueron sustituidos por camiones de transporte.

La compraventa se realizaba siguiendo prácticas tradicionales, como el apretón de manos o el pago en efectivo. Los tratantes solían llevar grandes fajos de billetes y las transacciones podían cerrarse en minutos, con precios que fluctuaban según la oferta y la demanda. El mercado no solo era un espacio de negocios, sino también un lugar de socialización, donde se compartían noticias, se establecían contactos y se discutían las tendencias del sector ganadero. Entre el guirigay no faltaban charlatanes, subasteros, muchos curiosos y gentes de todo tipo que iban y venían atraídos por la curiosidad y el bullicio.

Corría el año 1961 cuando la Cámara de Comercio organizó una Feria de Muestras en las inmediaciones de la carretera de Valladolid, junto a la plaza de toros de la Glorieta. En las siguientes ediciones, hasta 1963, el éxito del certamen llevó a la Cámara a proyectar la celebración de una Feria Nacional Monográfica del sector ganadero, atendiendo a un sector crucial en la economía salmantina. Según recogió el historiador Santiago Díez Cano, la entidad adquirió unos terrenos en la zona donde hoy se encuentra el Campus Miguel de Unamuno, los acondicionó, y entre 1965 y 1968 organizó la Feria Nacional Monográfica de la Industria Ganadera, en un recinto de 88.000 metros cuadrados.

Imagen principal - Aquellos tratos junto al río
Imagen secundaria 1 - Aquellos tratos junto al río
Imagen secundaria 2 - Aquellos tratos junto al río

Pero la iniciativa no tuvo continuidad. La Cámara vendió los terrenos a la Universidad de Salamanca, que ya pretendía expandirse por esa zona, empezando por la construcción del Hospital Clínico. Con los ingresos obtenidos, compró 90.000 metros cuadrados en la carretera de Ciudad Rodrigo. Con la construcción de las instalaciones del nuevo recinto ferial, la imagen del ganado en el mejor mirador del alto Soto de Torres desapareció para siempre.

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