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Manuel Hernández, junto a sus hermanos Alfredo y María, fundaron un quiosco al lado del río Tormes en el año 1991. Esta aventura de emprendimiento fue idea de sus padres, Alfredo Hernández y María Teresa López, a los cuáles sus hijos se refieren como «dos visionarios». Aunque ellos no tenían ninguna relación con este tipo de negocios, ayudaron a sus hijos de 16, 17 y 18 años a adquirir el local, una forma de vida que les ha garantizado un futuro estable y pleno.
«Mi hermano mayor dejó de estudiar y nosotros no teníamos muchas ganas de seguir. Mis padres nos ayudaron a comprar un pequeño local de 20m2 en la avenida Reyes de España, nos dieron la idea y nos guiaron durante el proceso. Mi madre siempre nos animó a trabajar para nosotros mismos», explica Hernández.
El quiosquero recuerda su juventud y sus inicios, cuando sus hermanos se turnaban con él para atender el negocio. «En principio éramos muy jóvenes y para nosotros era una especie de juego, aunque con responsabilidades que no tenían los chavales de nuestra edad. Yo recuerdo salir de fiesta e irme a las 2 de la mañana, porque al día siguiente había que estar a las 7 de la mañana despiertos para abrir el quiosco», asegura.
Los vecinos del barrio se volcaron con los jóvenes, no fue difícil fidelizar clientes, ya que tampoco había mucha competencia en la zona. «Teníamos también el plus de los domingos de rastro, que se ponía en Rector Esperabé. Esos días eran muy fuertes, hacías el doble de caja que un día normal», explica.
Actualmente, los hermanos tienen un par de personas contratadas que se turnan con ellos cada día. «Decidimos contratar a gente porque llevamos toda la vida y hemos sacrificado muchas cosas. Lo mejor es que trabajamos para nosotros mismos y hemos podido tener una buena vida. Yo con 25 años compré mi vivienda», asegura Hernández.
La cercanía a un colegio y la confianza de los clientes de la zona les ha ayudado a que su negocio prospere durante décadas. «Todos los vecinos nos conocen y nos tienen hasta cariño, porque nos han visto crecer al frente del negocio. El tiempo ha pasado por todos, los niños que venían al principio ahora son padres y vienen con sus propios hijos cuando salen del colegio», reconoce el salmantino. Además, Hernández asegura que la zona ha mejorado mucho. Se ha creado un parking junto a su quiosco, se han construido varias residencias universitarias, se ha potenciado la zona como turística y se ha colocado un carril bici en las inmediaciones, eso ha permitido que nuevos clientes hayan cruzado sus puertas durante la última década.
El negocio también ha experimentado mejoras con los años. Los hermanos adquirieron un local contiguo de 80 m2 para ampliar el inicial.
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