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Los vecinos de las comunidades afectadas por las grietas del edificio ubicado en la manzana comprendida entre las calles Peña de Francia, Santa Marta, Candelario y Batuecas han contratado un estudio para conocer las patologías que sufre el inmueble, un primer paso para abordar después la reparación, si fuera necesaria, de las deficiencias que un año después tienen en vilo a los residentes del inmueble.
Tras conocerse en el pleno del pasado viernes que los vecinos, responsables del mantenimiento del edificio, habían contratado a finales de septiembre los trabajos de inspección a una empresa especializada, LA GACETA ha regresado a este punto del barrio de San Bernardo para comprobar cómo viven los vecinos tras más de un año de deficiencias en fachadas, portales, patios y algunas viviendas.
En el exterior siguen las grietas en la fachada de la calle Santa Marta, donde continúa el andamio que se colocó en su día, «suponemos que para que no le caigan los cascotes a la gente en la cabeza», calcula Juan, hostelero de la zona.
Los testigos que se colocaron han saltado, lo que evidencia que ha habido movimiento y que las grietas se han agrandado desde su colocación. La presidenta del portal de la calle Santa Marta, Sara Heras Domínguez, confirma que se ha contratado a la empresa, pero nada más. «Hemos acordado no decir nada», afirma. La escalera y las viviendas de la calle Candelario son las más afectadas sin lugar a dudas, pero ahí también impera la ley del silencio.
Un vecino ha vendido su piso y los que quieren hablar se muestran intranquilos. No es de extrañar cuando en una de las grietas de la escalera se puede meter la mano. Un poco más arriba la esquina del descansillo está precintada y le han colocado un testigo para saber si el edificio se sigue agrietando. En el rellano de la primera planta se ven claramente grietas entre los pisos D y C, alguna de un dedo de grosor.
«Hay pisos en los que los tabiques están tan agrietados que se pasa la luz de una habitación a otra», añade Juan, ajeno a ese acuerdo de silencio.
Regenta desde hace seis años el bar del inmueble, pero recuerda que el edificio ya tuvo problemas mucho antes de que él llegara allí.
«El dueño anterior tubo que cerrar un año porque se agrietó la fachada», relata. Fue hace más de 15 años, cuando abrieron un gran hueco en la fachada para hacer el escaparate de una tienda de ropa en el local de al lado.
«La fachada es de un muro de carga y se agrietó el edificio», explica Juan.
La historia volvió a repetirse el año pasado, esta vez culpando a las obras de un local con acceso desde la calle Santa Marta que se destinó como escuela de hostelería.
Entonces aparecieron nuevas grietas, verticales y de tal calibre que los técnicos municipales alertaron del peligro de colapso del edificio y urgió a tomar medidas «inmediatas» para estabilizar el inmueble de 100 viviendas.
Mientras tanto, dos hombres con una carpeta de una firma de arquitectos de Valladolid, analiza el exterior del edificio, fachada por fachada, sin querer hacer declaraciones y sin identificarse.
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