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Marino Hernández
Viernes, 11 de octubre 2024, 09:42
Misionero Paúl y alma mater del proyecto Ranquines, Francisco Berbegal cuenta desde hace algunos años con una nueva herramienta con la que ayudar a los demás, la psicología. Sus tres décadas en las misiones, la mayor parte de este tiempo en América Latina, las ha pasado ayudando a las personas más vulnerables. Ayer este alicantino de Villena pronunciaba una conferencia en la Universidad Pontificia en la que analizaba la salud mental de los más necesitadas.
¿Cómo intenta ayudar usted a los necesitados?
—Allá donde esté, intentando siempre ver primero lo que hay e involucrarme en cualquier tipo de proyecto. En ocasiones los proyectos son de mi propia congregación, pero a veces, como ha sido el caso de Salamanca, creando proyectos nuevos en colaboración con otras entidades. Siempre mi enfoque ha sido desde la educación social, pero desde que luego estudié psicología tengo otra herramienta para el acompañamiento y la ayuda a las personas.
¿Es un problema particular o social?
—Es un problema social. Finalmente es una persona la que tiene un problema de salud mental o se le diagnostica un trastorno mental, pero son muchos los factores que influyen como el ritmo de vida que llevamos en la sociedad actual, la precariedad laboral, los bajos ingresos, problemas familiares… Hay muchos elementos que son de carácter social, como la dificultad del acceso a una vivienda, que al final hace que una persona con cierta predisposición biológica ante la acumulación de todos estos factores de riesgo termine con una enfermedad mental o con sufrimiento.
Hablamos de ansiedad y depresión.
—Efectivamente, sí. A nivel mundial sería la depresión el trastorno mental que más extendido, no solo de salud mental, sino de todas las enfermedades. Si hablamos de España, sería primero la ansiedad en los registros de atención primaria. Hay una gran diferencia entre hombres y mujeres. Noventa de cada mil mujeres están diagnosticadas de ansiedad, mientras que en los hombres sería prácticamente la mitad. El segundo problema de salud mental sería un síntoma de la ansiedad, y son los problemas del sueño como el insomnio; y el tercero más diagnosticado en atención primaria sí sería la depresión.
¿Es posible ser una persona vulnerable y no tener algún problema de salud mental?
—Pues no, no lo es, porque a la larga toda esa vulnerabilidad, toda esa situación de dificultad en la vivienda, de dificultad en el trabajo, de dificultad en las relaciones, del rechazo que se produce es lo que los lleva a la exclusión Entonces, todos esos factores mantenidos a lo largo del tiempo acaban creando problemas de salud mental.
¿Cómo se puede ayudar sin ser psicólogo?
— Es cierto que el Estado tiene muchas cosas que hacer y hay que reclamar al Sistema Nacional de Salud, al de vivienda o al de empleo mejores derechos, mejor acceso a la vivienda o más inclusión, pero también las personas podemos hacer cosas. Al final, ese rechazo es una persona es el gran cambio que tenemos que hacer, y para eso no nos hace falta el Estado, no nos hace falta infraestructura, no nos hacen falta presupuestos... cuando nos encontramos delante de una persona necesitamos tener empatía y poder realizar esas relaciones de amistad que sean saludables. Cada uno de nosotros tiene una labor muy grande cuando se encuentra con una persona que está pasando por dificultades y por problemas de salud mental. La reacción no debe ser el estereotipo, el prejuicio y la discriminación, sino todo lo contrario, la acogida. Es lo que sucede muchas veces con otras enfermedades. Si tú tienes un amigo que le diagnostican de cáncer, lo primero que te nace es acogerle, escucharle, estar con él, ayudarle... pero, sin embargo si ese diagnóstico es de un problema de salud mental, lo primero que nos nace es el rechazo y no querer saber nada de él porque pensamos que las personas son peligrosas, son inestables o pueden hacernos daño y nos alejamos. Por lo tanto, eso sí está en nuestra mano.
Por lo que dice, el gran problema es la deshumanización.
— Efectivamente, sí. Cada uno de nosotros tiene experiencias tanto positivas, de cuando nos tratan de una forma humana, como negativas, de cuando sentimos el rechazo de los otros. Entonces, ahí la clave es la empatía. Te das cuenta cuando lo hacen hacia ti, pues te tienes que dar cuenta cuando tú eso lo generas hacia los demás. También si uno acaba involucrándose en todo tipo de entidades o asociaciones de ayuda son ambientes que nos ayudan a estar predispuestos a ayudar al otro, a querer, a hacer cosas en común. Ahí tenemos un elemento que nos acecha en esta sociedad, que es el individualismo que impera y nos quedamos solos. Por ejemplo, la soledad es uno de los elementos que en nuestra sociedad más se destaca. El barómetro de España de la soledad dice que siete de cada diez personas en España, a lo largo de su vida han experimentado o van a experimentar la soledad, y la franja más grande es entre los jóvenes, que llega hasta casi un 35%.
A una persona en una situación crítica, ¿qué se le debe decir y qué no?
— No se le debe decir nada porque la mejor forma es la escucha. Eso siempre ayuda a la otra persona a que se sienta comprendido. Muchas veces, cuando estamos pasando por un problema de dificultad, pensamos que esto solo nos pasa a nosotros y que somos un bicho raro que no sabemos vivir y que somos personas débiles, entonces, escuchar a una persona, hace que ella se sienta comprendida y que vea que no está sola.
¿Y en el ámbito familiar cómo debemos actuar?
— En el ámbito familiar, pues, debería ser eso que te acabo de decir pero más extendido todavía. Debemos escucharnos, debemos acoger. Hoy en día somos muy analfabetos emocionales, no sabemos gestionar nuestras emociones, ni las propias ni cuando las de nuestras parejas, ni las de nuestros hijos. Muchas veces anulamos un poco sentimientos como la tristeza o que una persona llore, cuando en realidad son sentimientos normales que todos tenemos.
¿Qué satisfacciones personales le reporta ayudar a los demás, especialmente a los más vulnerables?
— Cuando uno ayuda a los demás, siempre se siente bien. Además, en mi caso, que tiene un componente grande vocacional, pues en realidad esto aporta sentido real a toda mi vida. A veces hay momentos que son muy felices y a veces hay momentos que son muy dificultosos en este camino, porque acompañar a personas con tanto sufrimiento te hace sufrir y te hace sentir frágil y vulnerable. Al fin y al cabo, mi vida tiene sentido en este camino de ayuda que he elegido.
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