Separadas por 630 kilómetros, Salamanca y Granada, más que competidoras, parecen 'primas hermanas', ya que ambas ciudades guardan muchos parecidos.
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El primero, sin duda, es su gran belleza. Salamanca es una de las quince ciudades de España que ha sido nombrada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, un título que recibió en 1988 por su gran legado arquitectónico e histórico.
Granada, aunque no es Ciudad Patrimonio, tampoco se queda atrás, ya que su imponente Alhambra, Generalife y Albaicín sí que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad en 1984.
Los colores de la piedra de Villamayor y los de la Alhambra otorgan a ambas ciudades un tono dorado al atardecer que les proporciona una belleza singular difícil de encontrar.
Pero, ¿en qué más se parecen Salamanca y Granada?
Antes de comparar ambas ciudades, es conveniente poner en contexto cómo es la ciudad andaluza.
Granada, capital de la provincia homónima en Andalucía, se sitúa en el sureste de España, en la comarca de la Vega de Granada, al pie de Sierra Nevada. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), a fecha 1 de enero de 2024, la ciudad cuenta con una población de 232.717 habitantes. El municipio abarca una extensión de más de 88 km². El río Genil, principal afluente del Guadalquivir, atraviesa la ciudad, siendo fundamental en su desarrollo histórico y económico. La economía de Granada se basa en sectores como la agricultura y el turismo y destaca como centro cultural y educativo.
Tanto Salamanca como Granada han sido de extrema relevancia en la Historia de España y del mundo. En ambas ciudades han tenido lugar hechos históricos que marcaron dos grandes eventos de 1492: la Conquista de Granada por parte de Castilla y la llegada de los españoles a América.
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Las llaves de la ciudad de Granada fueron entregadas por el sultán nazarí Boabdil a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492, tras 10 años de guerra, suponiendo la caída del último reino andalusí.
No fue el único acontecimiento trascendental de ese año. Cristóbal Colón contó con el apoyo de Isabel la Católica para emprender su viaje a la India, encontrándose, sin querer, con América por el camino.
La ciudad de Salamanca, con su rica tradición universitaria y su ambiente intelectual, jugó un papel fundamental en la evaluación de la audaz propuesta de Cristóbal Colón. Durante esa época, destacados expertos y juristas, muchos de ellos vinculados a la histórica Universidad de Salamanca, se reunieron para analizar en detalle los cálculos y las rutas sugeridas por Colón. Estos debates y deliberaciones aportaron argumentos sólidos que, en última instancia, influyeron en la decisión de los Reyes Católicos de financiar la expedición que cambiaría el curso de la historia.
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Un elemento clave en este proceso fue la relación entre Colón y el confesor de Isabel la Católica, Fray Juan Pérez. Con su cercana influencia sobre la reina, el franciscano defendió con vehemencia la viabilidad y el potencial transformador del proyecto de Colón, contribuyendo a persuadir a Isabel para que apoyara la expedición. Así, Salamanca se erige no solo como un centro de saber y reflexión, sino también como un puente esencial que conectó la innovadora visión de Colón con el respaldo real necesario, sentando las bases para la llegada de los castellanos a América.
Pero la influencia de estas ciudades en los Reyes Católicos y viceversa no queda ahí. Los Reyes consideraron tan importante a la Universidad de Salamanca que fueron unos de los impulsores de esta institución académica más importantes. De hecho, un medallón con los rostros de ambos preside la fachada del edificio histórico, junto con un mensaje en griego que dice: «Los Reyes a la Universidad y ésta a los Reyes».
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El segundo hijo de los Reyes Católicos, Juan, no cursó estudios formales en esta universidad, pero sí fue formado por varios académicos de la institución, entre ellos Diego de Deza, catedrático de Teología.
Además, el príncipe falleció en la ciudad de Salamanca con 19 años de edad, quedando la Corona sin su principal heredero el 28 de septiembre de 1497.
Por su parte, Granada fue elegida como lugar de descanso eterno por los monarcas. En efecto, los Reyes Católicos están enterrados en la Catedral de Granada, donde también reposan los restos de Juana I y Felipe el Hermoso.
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Además, si por algo son conocidas ambas ciudades es por sus prestigiosas universidades. Salamanca cuenta con la institución académica más antigua de España y una de las más antiguas de Europa, siendo fundada en 1218 y acogiendo importantes eventos históricos a nivel mundial, como las bases para la defensa de los derechos humanos en el siglo XVI sentadas por figuras como Francisco de Vitoria y Domingo de Soto. Cada año, unos 30.000 estudiantes de todas partes del mundo eligen esta institución para cursar sus estudios, sin contar a todos los que se inscriben en la Universidad Pontificia, la universidad privada.
Granada también cuenta con una universidad importante que acoge cada año entre 50.000 y 60.000 estudiantes, procedentes tanto del territorio nacional como del extranjero, convirtiéndola en otro importante centro universitario.
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En el último año, 704.172 viajeros visitaron la capital del Tormes, de los cuales 269.560 fueron extranjeros, un nuevo récord de visitantes foráneos que lleva a la ciudad, de unos 144.000 habitantes, a cifras de turismo solo superadas en 2019.
Su impresionante arquitectura de piedra de Villamayor, la famosa Plaza Mayor y su conjunto histórico, que invita a recorrer sus calles empedradas, convierten a Salamanca en un destino ampliamente deseado.
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La rica herencia patrimonial de Granada la convierte también en una ciudad ansiada por turistas de todo el mundo. La Alhambra, en particular, se encuentra entre los monumentos más visitados no solo de España, sino a nivel global.
La extraversión característica de las gentes de muchos lugares de España, especialmente del sur, contrasta con la 'frialdad' que muchas veces se atribuye a los salmantinos en comparación.
Aunque la sequedad en el carácter de la población del interior del país es conocida en el ámbito popular más que en el académico, existe un estudio, algo obsoleto, ya que es de 1996, que puede indicar cómo eran y son gran parte de los salmantinos. Aunque en 30 años la población haya cambiado, seguramente mantenga gran parte de su esencia, sobre todo en lo que se refiere al carácter reservado de los charros.
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Según el estudio 'Psicología e identidad salmantina' de José Antonio Martín Herrero y Vicente Ortiz Oria (1996), los salmantinos se caracterizan por una marcada introversión, lo que a menudo les ha valido la fama de ser secos y distantes. Son reservados en la expresión de sus emociones y sentimientos, evitando exteriorizar sus afectos de manera inmediata o efusiva. Su temperamento reflexivo y su tendencia a la sobriedad los hacen poco inclinados a dejarse llevar por impresiones momentáneas, lo que puede interpretarse como frialdad o falta de entusiasmo.
Sin embargo, cuando establecen lazos afectivos, estos suelen ser profundos y duraderos, fruto de un proceso interno largo y meditado. Su comunicación no es abiertamente expresiva, recurriendo con frecuencia a gestos o acciones más que a palabras para manifestar sus emociones. Esta contención emocional se refuerza con un fuerte sentido de la prudencia y la importancia otorgada a la opinión pública, lo que les lleva a mantener una actitud comedida en su comportamiento social. Aunque pueden parecer distantes en un primer contacto, su carácter es afable y servicial cuando se han establecido vínculos de confianza.
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En rankings más actuales elaborados con fuentes propias, no con datos oficiales (ya que se trata de algo subjetivo), como los de la plataforma de idiomas Preply de 2024 y 2025, Granada aparece como segunda ciudad más maleducada y como la primera más cariñosa, una de cal y otra de arena.
Y es que los granadinos sí son conocidos por su fuerte carácter; de hecho, hasta tiene nombre propio. El temperamento desapacible de los habitantes de la Alhambra es conocido como 'malafollá', lo que les hace ser vistos como los más bordes de la comunidad, rompiendo así el tópico de que todos los andaluces son abiertos y cercanos. Aunque esto no significa que no sean cariñosos como se puede comprobar a través de los citados estudios.
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En conclusión, tanto salmantinos como granadinos pueden ser cariñosos, amables o secos más allá de los estereotipos, aunque guarden cierta fama sobre cómo es su carácter.
En definitiva, su rico patrimonio, sus prestigiosas universidades, el carácter de sus gentes y su abundante turismo convierten a Salamanca y a Granada en dos ciudades con amplias similitudes.
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