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Sábado, 5 de febrero 2022, 21:14
Yuliya Raina
Lleva 18 años viviendo en Salamanca y procede de la ciudad de Jersón, a poco más de 100 kilómetros de la frontera. Tanto ella como sus amigos y familia hablan ucraniano y ruso por igual y asegura que entre la población directamente no hay conflicto. Sin embargo, Yuliya Raina afirma que desde el año 2014 ha sido un no parar. “Desde entonces están en combate”.
Precisamente estas idas y venidas que se han alargado tanto en el tiempo han hecho que los ucranianos estén más que hechos a la situación. “Ellos están acostumbrados a ver al ejército y están estables. Estamos nosotros más preocupados en España que ellos dentro. Aunque también es cierto que ya están cansados de todo esto. Para mí todo esto es absurdo”, dice.
Precisamente esa cotidianidad la ha perdido Yuliya y para ella sí fue un impacto ver a los militares en la estación de tren de Kiev cuando viajó a Ucrania el pasado mes de octubre. “Para nosotros es un poco chocante pero ellos están tranquilos. Pánico no hay”. De hecho, explica que pese a que algunas informaciones salidas del país apuntaban a que había escasez de productos en algunos supermercados, su madre le cuenta que para nada es así.
Eso sí, la situación de incertidumbre continua ha hecho que a lo largo de los últimos años hayan sido muchos los que hayan decidido dejar atrás Ucrania. “Me duele mucho que la gente se vaya del país por miedo. No te digo ahora por los últimos movimientos, me refiero a que en todos estos años muchos se han salido en busca de una vida mejor. Si tienen cualquier posibilidad de irse a trabajar fuera lo hacen. Muchos han acabado en Hungría o la República Checa”, dice Yuliya, quien precisamente hizo lo mismo hace ya 18 años para poder tener una mayor calidad de vida.
Ivan Symonovych
Dice que cuando en 1991 se desmoronó la Unión Soviética, cada uno de los quince territorios que la integraban tomó su propio camino y la economía de Ucrania cayó en picado. Por ello en el año 2000 el ingeniero industrial Ivan Symonovych hizo las maletas y junto a su mujer y sus tres hijos aterrizaron en la capital del Tormes.
Los primeros años trabajaron como mayordomos de una familia y actualmente, junto a su esposa, lo hace en una residencia del Alto del Rollo. Ivan Symonovych tiene 63 años y pese a sentirse uno más en España aún tiene mucha familia en Ucrania, a donde viaja en coche una vez al año. “Tengo allí un hermano, dos hermanas, sus respectivas familias, muchos amigos... Además tengo propiedades, tengo un taller, tierras para cultivar y mis hijas tienen sus casas y por eso lo estamos viviendo muy preocupados”, dice.
Ivan Symonovych reconoce que no sabe qué pasará por la cabeza de Vladimir Putin pero tiene claro que “a los pobres rusos no les hace falta Ucrania. Y a Putin tampoco, él solo quiere recuperar el imperio que tenía antes de 1917. No creo que se atreva a atacar. Provocará pero no creo que tenga valor porque detrás de Ucrania hay territorios muy potentes como Polonia, Estados Unidos, la propia Unión Europea... Sinceramente creo que quiere asustar y nada más. Es una de las muchas amenazas que ha hecho a lo largo de su trayectoria”, concluye el ingeniero.
Mariya Harmatyuk
Dice que nunca ha estudiado gramática pero pese a ello se expresa en un perfecto castellano. Lleva ya 21 años en Salamanca, a donde decidió mudarse por recomendación de su hermana, que llegó tan solo tres meses antes. Se quedó sin trabajo y eso le ayudó a tomar la decisión. Tras Mariya Harmatyuk vino su pareja y sus dos hijos. Ahora a sus 54 años es presidenta de la Asociación de Ucranianos en Salamanca y como sus compatriotas ha tenido que trabajar duro para sacar a su familia adelante. “Mi madre ya ha fallecido pero tenía por 26 años trabajados en la construcción, en Ucrania, una pensión que no llegaba a 100 euros. Obviamente no le llegaba para pagar gastos de luz, gas, comida, medicamentos... y la tenía que ayudar. En estos últimos años la economía de Ucrania ha bajado mucho”, lamenta.
A ello hay que sumar el conflicto eterno. “Vivimos mal porque movilizaron a la gente a esta guerra tonta, como yo la llamo. En mi pueblo ha muerto muchísima gente que se fue a defender a Ucrania. Muere gente de 22, 23 y 24 años y obviamente eso nos da miedo. Los rusos atacan a diario pero ahora parece que la guerra es psicológica, para asustar a la gente. Ahora, de repente, Rusia dice que con sus armas en un momento podría hacer desaparecer ucrania. ¿Por qué lo hace si la relación era estable? Pues obviamente con afirmaciones así la gente tiene miedo. Pero esto siempre ha sido así, desde que Ucrania fue un país independiente pero ahora Putin quiere asustar. Yo no sé qué va a pasar pero tengo fe en que no va a pasar nada. Mi hermana, desde allí, me dice que no saben qué esperar”.
Debido a la situación del país, Mariya Harmatyuk se plantea su futuro. “Yo sinceramente tenía pensado que cuando llegara la edad de mi jubilación podría regresar a Ucrania. Ahora me lo planteo pese a tener una casa y a la familia allí. No hay futuro para mis hijos y ni casi para mí”, añade.
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