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Miércoles, 8 de septiembre 2021, 10:02
Hacía una hora que el sol se había despedido de Salamanca. El campo de fútbol de Puente Ladrillo se estrenaba como protagonista del programa cultural de la Virgen de la Vega. Al menos una semana con las entradas agotadas ya invitaban al optimismo para ver a Izal, un quinteto que tiene una especial sintonía con Salamanca y que ha pisado casi todas las tablas de la capital del Tormes.
Era el primer concierto al aire libre tras más de dos años de espera. Ni una pandemia le ha quitado el aliento a una parroquia que esperaba los himnos de siempre, pero también la ingente capacidad compositora que desarrollaron durante el parón obligado por la covid. Mascarillas, distancia de seguridad y sin poder levantarse.
Ni la vigilancia de seguridad pudo evitar pequeños saltos cuando de fondo se desplegó la galaxia que dibuja el viaje sideral, readaptado en ‘El pequeño gran viaje’.
Fue uno de los grandes alicientes del concierto. Quien pensara que iba solo a escuchar música se encontró con una gran preparación audiovisual que complementaba cada una de las canciones con la colaboración de artistas, deportistas o cantantes de todo calado: Amaya Valdemoro, Santi Millán o Raphael se intercalaban entre la incontable gama de personajes que hacía ‘cameos’ sobre la pantalla.
“El comienzo fue lento con Meiuqér al que siguió un “Buenas noches Salamanca”. Creo que todos necesitamos un poco de ‘Autoterapia”. “Qué ganas teníamos de veros. Sois los seres que nos llenan”.
Salamanca vibró. Y lo hizo con lo nuevo y lo viejo —si se puede considerar como tal sus primeros himnos—. El riesgo era innegable desde el principio: el público sentado y ojiplático ante la nueva experiencia. El comienzo fue suave con varios adelantos del nuevo disco. Lírica arriesgada que enlazó con ‘Autoterapia’.
Hubo que esperar a ‘Copacabana’ para contemplar las primeras vibraciones, los móviles encendidos y las primeras cuerdas vocales forzándose para seguir la voz de Mikel Izal. “Es un parpadeo//un rápido destello//un rayo de sol// que deja ciego”. El estribillo sonaba a desahogo. El bajista ‘Gato’ ya anunciaba en este periódico que estar sentado no implicaba dejar de disfrutar en el concierto. Nueva normalidad, le llaman.
Clamó al público con ‘Pequeña gran revolución’ mientras que Rozalen, una de las últimas artistas que pisó la Plaza Mayor antes que las Ferias y Fiestas se sustituyeran por el nombre de programas culturales, se contoneaba en el fondo del escenario siguiendo los ritmos del navarro. El optimismo fue imparable. Se hizo grande con ‘Que bien’ que se recitaba en la grada al son de la utopía. ‘La mujer de verde’ volvía a rescatar a los que se enamoraron del ‘indie’, a la vez que hacía un homenaje universal a los sanitarios.
Estreno de ‘Fotografías’, su último single. No hubo paliativos. Desconocemos si fue un deseo. Pero, el cierre de la canción con ‘Pausa’ quizás lanzaba un mensaje: “¿Tú qué sabrás? Si no vives dentro de esta jaula”. Y el aplauso. Y la mirada volvió a arder.
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