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Lunes, 18 de marzo 2019, 14:03
Primero fue la Plaza Mayor. En los años 70 del pasado siglo, el Ayuntamiento decidió liberar el ágora de las zonas de aparcamiento para vehículos. Fue el primer paso en el proceso de peatonalización del casco histórico que se acentuó en la década de los ... noventa.
La primera calle que ganaron los viandantes fue la Rúa y en 1994 el por entonces alcalde socialista Jesús Málaga, con Jorge Sánchez Olivera como concejal de Tráfico y sus socios del CDS, pone en marcha el llamado Plan de Tráfico para intentar solucionar la problemática circulación de la ciudad, y que incluye las peatonalizaciones de dos de las calles más importantes de Salamanca: la calle Toro y la calle Zamora. Aquello le costó la frontal oposición de la mayor parte del comercio del centro y de los conductores.
El 17 de enero de 1994, las calles Toro y Zamora se cierran al tráfico. Por entonces, la imagen de decenas de peatones caminando por las calzadas vacías de coches sorprendían a propios y extraños. Desde entonces y según se inician las obras el rechazo al Plan de Tráfico va en aumento. Tanto que los comerciantes, que temen perder clientela y turistas, amenazan con protestas violentas para “defender el pan de sus hijos y obreros”, y se reúnen sin éxito con Málaga y Olivera que crearon una comisión para atender las sugerencias. El comercio exige encargar un estudio sobre el impacto de la peatonalización en los sectores afectados y aparcamientos subterráneos antes de emprender la obra. Se quejaban de que en la Rúa se había perdido el comercio “de categoría”.
También los conductores ignoran las prohibiciones como forma de protesta y los primeros meses algunos estacionan y circulan por las calles Toro y Zamora.
Bernardo García, jubilado, y dueño por entonces de las jugueterías El Barato junto a su hermano Enrique, recuerda esos años conflictivos. En su caso él fue de los pocos comerciantes que crearon una asociación para defender la peatonalización. “Éramos cuatro o cinco que queríamos ver las calles sin furgonetas de reparto y con público. Los vecinos no intervenían. Pese al miedo hace 25 años, ahora se ha visto que se acertó y que el comercio salió ganando porque en la calle Toro están las mejores franquicias”, subraya García, que sí reconoce que la “calle Toro ha quedado como calle comercial de compras y la calle Zamora más de paseo” y matiza que la calle Toro se pavimentó mejor. En la cafetería El Toscano también recuerdan la ola de rechazo y cómo cambió todo: “Ganamos todos con menos tráfico y nosotros pudimos además sacar las terrazas”.
Eso sí, durante un eterno año los comerciantes de Toro y Zamora tuvieron que soportar las molestas obras que se retrasaron notablemente y se extendieron hasta 1995 ya con la nueva legislatura de Julián Lanzarote iniciada. Unas molestias que restaron afluencia aquellos meses a las tiendas, según recuerdan los comerciantes. El desconocimiento de las infraestructuras bajo tierra dificultaron los trabajos, además del factor añadido del tráfico peatonal que obligó a trabajar por zonas y dejar obras de acceso a los comercios.
El paso de estos 25 años y la experiencia han demostrado que no había razones para la intranquilidad y que las calles que permiten el paseo tranquilo atraen a los consumidores, además de reducirse el impacto medioambiental y de ruido. Es la opinión generalizada del comercio de estas céntricas vías. La oposición frontal de aquellos años noventa dio paso al convencimiento de que al final el comercio sale ganando, lo único que hace falta es que haya sitio para dejar el coche en aparcamientos subterráneos o un buen transporte público que acerque a los clientes. Hoy nadie concibe ya esa imagen de las calles Zamora y Toro con tráfico rodado.
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