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Mozos, junto a sus novias, se acercan a la Caja de Reclutas para conocer el resultado del sorteo. ARCHIVO
200 años de historias de la mili

200 años de historias de la mili

De 1812 a Aznar en 2001, el servicio militar obligatorio marcó la vida de los quintos que eran llamados a fila. El último responsable de la oficina de reclutamiento en Salamanca, Jesús Fernández, repasa las vivencias

Ángel Benito

Salamanca

Domingo, 23 de marzo 2025, 15:30

El 8 de noviembre de 2001 se realizó el último sorteo para prestar el servicio militar obligatorio y puso fin a una etapa de casi 200 años en la historia de España en la que el servicio militar era obligatorio para los jóvenes considerados aptos. El último responsable de la oficina de reclutamiento en Salamanca, Jesús Fernández, desempolva el bombo y los números que aún se conservan en la Subdelegación de Defensa en Salamanca con los que se decidían la suerte de los 'quintos', aquellos que cumplían 18 años y tenían que hacer el servicio militar. Cientos de mozos esperaban pacientemente a conocer el resultado ante la 'Caja de Reclutas' donde se conocía el lugar: los más temidos eran los más lejanos en Canarias, Baleares, el Norte de África o el Sáhara. Detrás de las rejas del antiguo cuartel del que tan solo se conserva la fachada en los terrenos donde ahora se levanta El Corte Inglés se encontraba el destino.

«Llegaban con miedo y pánico», recuerda sobre aquellos adolescentes que tenían que pasar por la peluquería nada más entrar al cuartel «No se permitía la barba, ni el pelo largo, pero tampoco raparse al 0». La elección del destino era el momento en el que se conjugaban las «sonrisas y las lágrimas». «Solo estaban tranquilos aquellos que lo hacían voluntario porque podían elegir destino, aunque la mili se extendía durante varios meses más». Fernández recuerda que el servicio militar igualaba a todos los que lo prestaban. Él recuerda que tuvo que hacer de profesor ya que algunos de los que llegaban a la mili, sobre todo en la década de los 60 a 70, lo hacían sin leer ni escribir.

Previamente, el alistamiento y el reconocimiento médico marcaban la posibilidad de que los futuros soldados entrasen en el bombo. «La talla pequeña por debajo de 1,50 era uno de los principales motivos de exclusión, así como tener los pies planos o el pecho estrecho que se medía con una cinta el contorno del tórax», detalla. No obstante, el uso de las prórrogas era habitual para evitar la entrada en la 'mili' a los 18: estudios y familiares a cargo, eran las más habituales.

Más allá de la prórroga y los motivos médicos o personales, también existía la posibilidad de 'librarse' de hacer la mili por el azar. Es decir, que se diera la circunstancia de que hubiese más quintos que necesidades de tropas. Para los que quedaban exentos en el sorteo era como si les tocara la lotería. «En ese momento todo eran risas».

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