Miguel de Unamuno en camello en Fuerteventura en su destierro. CASA MUSEO UNAMUNO

100 años del destierro de Unamuno a la 'luna'

El 20 febrero de 1924 el rector eterno de la Universidad de Salamanca es desterrado a Fuerteventura, donde llegaría el 10 de marzo y cuatro meses después partió hacia París

Lunes, 4 de marzo 2024, 09:30

Hasta hace relativamente poco los Gobiernos cuando querían quitarse a alguien incómodo de encima lo mandaban a un destierro. Había algunos, por lo peligroso de sus argumentos, a los que había que enviarlos a la luna para que así nadie les escuchara o les prestara atención para evitar que la calle les siguiera. Esto es lo que le sucedió 100 años atrás a Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca, caracterizado por no callarse nada y por vaciar su cargador ya fuera a través de su prodigiosa pluma o por su verbo voraz.

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El 20 de febrero de 1924 Miguel de Unamuno es desterrado a Fuerteventura, tras publicar unos escritos en contra del Rey y del Directorio Militar de Primo de Rivera. Es cesado, además, de sus cargos quedando suspendido de empleo y sueldo. El destierro era la luna y es que los paisajes lunares de la recóndita isla canaria era lo más lejano en territorio español que podían mandar a un Miguel de Unamuno que vivirá un viaje a su interior de lo más reconfortante para él y es que a lo largo de su vida aflorarán menciones, escritos y recuerdos de sus meses en Fuerteventura.

LA GACETA en aquellos días se topa con los estragos de la censura e intenta informar de la noticia a sus lectores. Este diario recoge también la marcha en el tren de la 1,45 horas y «los andenes de la estación resultaban pequeños para contener a la enorme multitud que ha acudido a despedirlo, viéndose gentes de todas las clases sociales, catedráticos, estudiantes, obreros y numerosos admiradores del señor Unamuno». La censura impide que sepamos qué dijo don Miguel desde la ventanilla del tren al dirigirse a ellos porque tras la frase: «pronunció las siguientes palabras:» solo aparece el blanco del papel. La censurada crónica remata informando que «acompañando al señor Unamuno han marchado hasta Medina los catedráticos señores Cañizo, Trías, Prieto Carrasco y Pinilla, y hasta Madrid el catedrático de Derecho Romano señor Roces».

Esta fue la primera información que los salmantinos tuvieron del destierro de Unamuno. La siguiente tiene que ver con la llegada a Madrid a la una de la madrugada del tren del desterrado, con gran retraso, a la estación del Norte en la que les esperaba «gran número de amigos sabedores de su llegada».

Acompañado por Rodrigo Soriano, llega a la isla el 10 de marzo, alojándose ambos en el Hotel Fuerteventura. Miguel de Unamuno extraña a los suyos pero el poco tiempo que pasa en Puerto de Cabras lo aprovechará para descansar, pasear y escribir. Disfruta del clima y la gente, que lo ha acogido de buen grado. Se hace fotografías relajado subido en un dromedario, junto a sus nuevos amigos, y se las envía a Concha para que la familia esté tranquila en Salamanca.

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Tras cuatro meses, Miguel de Unamuno partirá a Francia donde su destierro fue más mediático y comentado, pero no fue tan intenso y emocional como el de Fuerteventura.

DEJÓ EL 'LUTO' EN SALAMANCA

Si hay alguien a quien no le importaba ser castigado, perseguido y exiliado por decir la verdad esa era Miguel de Unamuno. Su arrolladora personalidad se conjugaba con un fuerte convencimiento de defender sus ideas hasta las últimas consecuencias. «En esta etapa de la vida de Miguel de Unamuno en Fuerteventura vemos su lado más comprometido. Le desterraron y le suspendieron de empleo y sueldo y lo afrontó sin importarle las consecuencias ya que defendía sus ideas por encima de todo», explica Luis García Jambrina doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y escritor muy familiarizado con la figura de Miguel de Unamuno del que ha escrito largo y tendido.

Miguel de Unamuno en Fuerteventura durante su destierro CASA MIGUEL DE UNAMUNO

«Pese a ser un trance triste, Unamuno hace de su estancia en Fuerteventura algo provechoso», explica García Jambrina, quien recuerda que durante su estancia en el territorio canario demostró una gran capacidad de adaptación. «Fue un ejemplo de saber estar. A pesar del destierro, demostró una gran entereza», agrega el escritor salmantino.

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De hecho, Unamuno escribe esta primera postal de lo que contempla: «La isla es de una pobreza triste; algo así como unas Hurdes marítimas. Es una desolación. Apenas si hay arbolado y escasea el agua. Se parece a La Mancha. Pero no es tan malo como nos lo habían pintado. El paisaje es triste y desolado, pero tiene hermosura. Estas colinas peladas parecen jorobas de camellos y en ellas se recorta el contorno de éstos. Es una tierra acamellada».

Los majoreros acogen al catedrático como a una suerte de bendición, un acontecimiento único que revoluciona la tranquila isla y comienza a poner en valor sus atractivos; algunos de ellos, como el funcionario Francisco López, el joven pescador Antonio Hormiga, el párroco Víctor San Martín y, sobre todo, Ramón Castañeyra, entablan una gran amistad con él. Los primeros días en Fuerteventura los dedica Unamuno a leer los únicos tres libros que había guardado en su maleta —un ejemplar del Nuevo Testamento en su original griego, La Divina Comedia de Dante y los Cantos de Giacomo Leopardi—, a dar paseos por tierra y mar y a pescar.

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El paso de Miguel de Unamuno esos meses de 1924 por Fuerteventura también le marcan en su curso vital y es que se puede ver en él una transformación radical. «Se ve que abandona su imagen sobria y vestido de negro de Salamanca y se le ve sin chaqueta y más desenfadado», describe García Jambrina, mientras que defiende que fue una época más colorista del eterno rector de la Universidad de Salamanca que por así decirlo se quitó el luto simbólico que le perseguía en la capital salmantina en su estancia en la isla canaria.

El paso de Unamuno por Fuerteventura dejó también anécdotas históricas. «Unamuno tomaba el sol desnudo en la terraza de su habitación del hotel», añade García Jambrina. En el periódico Nuevo Mundo de Madrid describe su estancia en Fuerteventura de lo más placentera. «En mi vida he dormido mejor», explica un Unamuno que marcó tendencia también en el nudismo y es que sus baños de sol sin ropa le convirtieron en el primer nudista de la historia de esta isla. El dueño del hotel le trasladó las quejas de los vecinos al verle en cueros en su terraza, pero el rector de la Universidad de Salamanca le contestó con una de sus salidas habituales y clásicas en él. «Yo no los miro. Que no me miren ellos a mí», le espetó.

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Toda esta aventura de Unamuno se recoge en la cinta del director Manuel Menchón 'La isla del viento'. Narra la historia de cómo el rector de la Universidad de Salamanca vive unos meses exiliado en Fuerteventura, una isla a la que cambió para siempre como le sucedió a su corazón tras respirar con intensidad su brisa marina.

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