Despertando los recuerdos de los mayores: «Fue como regresar a tiempos de juventud»

Hace casi un mes (desde el día 4 de febrero) que comenzó la iniciativa de los «Voluntarios de la Palabra», dentro del proyecto «Enclave Literaria», impulsado por Fundación Ciudad Rodrigo y Afecir, y en la que voluntarios leen textos diversos periódicamente en diferentes residencias de La Raya salmantina.

«Conseguimos una subvención del Ministerio de Cultura para fomentar la lectura y la lengua española, y a raíz de ahí creamos diferentes actividades», señala Irene Mielgo, coordinadora de este voluntariado. «En breves comenzarán nuevas actividades». Mientras tanto, la prioridad era un colectivo a menudo olvidado: los mayores.

En Ciudad Rodrigo hay unos 25 voluntarios, aunque no dejan de salir nuevos. También hay voluntarios en Fuenteguinaldo, El Sahúgo, Peñaparda, Agallas… En total, más de 50 voluntarios. Cada quince días estos voluntarios rotan por las residencias y llevan alegría y entretenimiento a los mayores. Así como siguen surgiendo nuevos voluntarios, tampoco dejan de llamar nuevas residencias que desean formar parte de este proyecto y acogen con los brazos abiertos a los participantes de «Enclave Literaria».

Incluso la asociación AFAD, que sirve de apoyo a enfermos de alzheimer y a sus familiares, se ha unido a esta movilización en la que las narraciones e historias son en cierto modo sanadoras y sirven también como terapia para paliar, entre otras cosas, la soledad, además de ejercitar la memoria.

«Es una actividad muy bonita y enriquecedora, tanto para ellos como para nosotros», admite Irene Mielgo. Casi una docena de centros forman ya parte de esta red. A medida que estrechan lazos con los residentes y conocen sus preferencias, se escogen los textos más apropiados, entre los que destacan las fábulas, cuentos breves, refranes, historias de la zona…

«Cuando los comentamos ellos también participan: nos cuentan un refrán, un poema de Gabriel y Galán… O al escuchar un cuento recuerdan anécdotas. Les contamos historias, y ellos también nos cuentan otras». Así es como se genera un feedback interminable basado en vivencias personales. Cada sesión tiene una duración de una hora, y asegura: «Ninguna es igual».

Ángela Cencerrado, de Ciudad Rodrigo, es una de estas voluntarias, y la lectura es una de sus pasiones, ya que no solo participa en esta actividad, sino que lleva dos años integrada en el taller de Mirolibro, también en la localidad mirobrigense, desde que se mudó a Miróbriga. «Me gustó la idea de este voluntariado en residencias, pensé que podíamos transmitir y aportar algo bueno», explica.

«Nos hemos dado cuenta de que lo que más les entretiene son las pequeñas historias de pueblos, el costumbrismo, folclore…», relata, y añade: «Cada persona es un mundo, pero sin duda es muy positivo, tanto para ellos como para nosotros», confirma. De hecho, ha cambiado hasta su manera de mirar esta etapa de la vida a la que todos miramos con temor: la vejez. «Es un final, pero un final bonito».

La residencia «San José» de Ciudad Rodrigo es una de las muchas que acogen esta novedosa actividad. Cerca de una veintena de mujeres tomaron parte en la primera sesión, que dejó un buen sabor de boca, tal y como comentan algunas residentes. «Para mí fue como regresar a tiempos de juventud», dice una de ellas, y concluye: «Me ha gustado mucho, es algo diferente y las personas que vienen lo hacen de maravilla; son encantadoras».

De manera similar opina otra residente de este centro, que con una sonrisa anuncia: «Estaré en la próxima sesión, porque me quedé con ganas de más, el tiempo se pasó volando y fue muy ameno». Además de escuchar, las participantes también intercambiaron sus recuerdos y recuperaron de su memoria fragmentos de obras que se leen en estas sesiones.

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