Ciudad Rodrigo
Domingo, 5 de enero 2025, 17:49
El nombre de «Troquesan», por el que los clientes conocen a Santiago Hernández Martín, sigue pasando desapercibido para muchos ciudadanos de Ciudad Rodrigo cuando pasean junto a su taller, en el Paseo de la Estación, una estación que languidece al mismo ritmo que su oficio. Santiago es el último troquelero de Castilla y León, y los nuevos tiempos le han obligado a reinventarse. «Es algo que se ha ido perdiendo», admite. «Se corta mucho con láser, las nuevas tecnologías se imponen».
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Un troquelero fabrica moldes de piezas de cuero para hacer, entre otras muchas cosas, bolsos, uno de los complementos de lujo más deseados. Los encargos que recibe en su taller van desde cinturones y collares de perro hasta sillas para montar y puyas de garrochas, además de piezas metálicas como hebillas y otras estructuras. El oficio le llegó como por cosa del destino. «Empecé en Salamanca, hay que recordar que esta era una de las provincias en las que más fábricas y bolsos de hacían. Era exagerado. Cuando empecé en esto yo no sabía ni lo que era un troquel, no sabía ni que existía este oficio», confiesa.
De hecho, Santiago se formó para ser tornero. Insatisfecho en su puesto de trabajo por aquel entonces, llegó a sus compañeros y a él la noticia de un hombre que se jubilaba y vendía el taller de tornero con todo el equipo, «y también esta máquina que tengo aquí». Recién estrenado en el trabajo, y sin compañeros que supieran hacer troqueles, Santiago se enfrentaba a un gran reto. «Los clientes me enseñaron, y la vida me da que no había nadie más que lo hiciera». Así, a Santiago se le abría por completo el mercado.
Han pasado más de 40 años desde entonces. Empezó con 22 años, y con el tiempo pudo instalar su taller de troquelería en Ciudad Rodrigo. «Yo soy de Diosleguarde, pero como mi mujer era de aquí, nos vinimos; afortunadamente es algo que puedo hacer desde cualquier parte, y me gusta la vida tranquila, mis pájaros...», y es que Santiago es conocido en la comarca por ser el presidente de la asociación Ornitológica Mirobrigense, y su trabajo en el taller, solitario, está sin embargo acompañado por los gorjeos de sus pájaros.
Su taller ha atesorado los secretos más celosamente guardados entre las empresas de moda, que invertían cuantiosas cantidades en viajar a la cuna de la moda, como Italia, para regresar con las últimas tendencias, cuyos troqueles encargaban a Santiago. «A veces un cliente venía, y miraba, no podías evitarlo, y copiaba el modelo de otro cliente que los había traído del extranjero. Eso les molestaba mucho», recuerda. En unos años se jubilará, pero seguirá manteniendo ese refugio, sus pájaros, y la troquelería como afición.
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Algunas de las marcas españolas más prestigiosas han pasado por el taller de Santiago, como Loewe o Carolina Herrera, una marca para la que aún sigue haciendo algunos trabajos. También ha diseñado, «inventado de cero», como apunta él, una silla de montar especial para el hijo de Bertín Osborne, que muestra en el catálogo de la Fundación Bertín Osborne. «Tenía que ser una armadura especial, con una adaptación para se le pueda sujetar».
Santiago ha trabajado especialmente para empresas del norte de España. «Galicia sigue funcionando muy bien», aunque reconoce que la mayoría de las grandes empresas se han llevado este trabajo a China, para abaratar costes. «He tenido que buscar más cosas para complementar»: sillas de montar a caballo como para las mujeres que montan de lado en las romerías. Sus trabajos dan la vuelta al mundo. «Tengo un cliente de un pueblo de Barcelona que hace collares para perros y vende a Canadá«.
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