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Viernes, 13 de mayo 2022, 21:43
Llega a Santa Inés con el tiempo justo para colocar un cartel en el altar e iniciar su trabajo como moderadora de la celebración de la Palabra, algo que asume cuando el sacerdote no puede acudir para celebrar la eucaristía.
Cuando Carmen Arroyo sube al altar tanto las velas como el cirio pascual ya están encendidos gracias a la ayuda de las vecinas del municipio, que también se ocupan de abrir la iglesia y tocar las campanas avisando de la celebración religiosa.
El 11 de junio del año 2000 comenzó su trabajo como moderadora de la celebración de la Palabra en las localidades de Santa Teresa, Santa Inés, Galisancho, Pelayos y Galinduste. Carmen asegura que en todos estos años no ha visto “una mala cara” entre los feligreses. “Cuando empecé, a la gente mayor sí que le impactó mucho, pero yo ya tenía el camino abierto con Visitación Carabias”. La progresiva escasez de sacerdotes hace que forme equipo, desde hace muchos años, junto al párroco Ángel Alsina y entre ambos se turnan para que los municipios puedan tener celebraciones religiosas, bien eucaristías a cargo del sacerdote, o las celebraciones que modera Carmen.
“Los vecinos buscan el momento de encuentro que suponen para todos ellos. Los fieles son muy comprensivos. En sus pueblos ya no hay colegio, ni farmacia, ni bares. No les importa que se les cambie la hora o el tipo de celebración, lo que quieren es poder seguir celebrando el Día del Señor”, puntualiza.
Roza los 62 años con la yema de los dedos. Nació y creció en Galinduste, en el seno de una familia cristiana, siendo la casa parroquial “mi segunda casa”, matiza Carmen.
“Me impactó en 1983 la llegada de San Juan Pablo II a Alba. Fue inolvidable y una puerta abierta para mi vocación. Estudié junto a Visitación Cabezas Teología en la Universidad Pontificia y las materias pastorales. Llegó el momento en el que me ofrecieron formar parte del arciprestazgo y desde entonces presto mi apoyo como laica comprometida con la iglesia”, relata. “En los años que llevo desarrollando este trabajo he visto como disminuía la población en estos pueblos. Por ejemplo, antes teníamos grupos de niños de catequesis de hasta 30 pequeños y este año solo hay un niño”.
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