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Machacón
Lunes, 17 de marzo 2025, 12:30
Donde el eco de la tradición resuena en cada rincón, María Antonia y Mari José Martín, hermanas y naturales de Machacón, han convertido su amor por la gaita y el tamboril en una forma de vida. Aunque diferentes en personalidad y trayectoria, comparten una pasión que ha trascendido generaciones, convirtiéndose en un símbolo de resistencia cultural en una provincia donde la presencia femenina en este arte es escasa.
Mari José, la mediana de cinco hermanos, siempre se ha sentido atraída por la música. Desde niña, la alegría de las fiestas y las melodías de las gaitas la han cautivado. Su hermana mayor, María Antonia, ha sido su inspiración. «Al principio, acompañaba al grupo que salía por las calles del pueblo con unas castañuelas que me habían regalado los Reyes Magos como pollito de perdiz», recuerda Mari José a sus 48 años, aludiendo a sus primeros momentos de aprendiz junto a su hermana y otros jóvenes del pueblo que aprendieron a tocar con el apoyo del párroco Fernando.
Por su parte, María Antonia, con 51 años, recuerda cómo su amor por el tamboril la llevó a ser considerada una pionera en un mundo predominantemente masculino. «Cuando empecé, no me lo planteaba. Era lo más normal para mí», afirma. Pero con el tiempo, se ha dado cuenta de que su presencia en las festividades era un símbolo de cambio. «Todavía somos pocas las mujeres en este mundillo, aunque afortunadamente esto empieza a cambiar», añade. Ambas hermanas han recorrido numerosos pueblos, llevando con ellas no solo la música, sino también una parte de su historia familiar.
La figura de la gaita y el tamboril ha estado históricamente asociada al hombre, y ambas han enfrentado estereotipos. Mari José confiesa sus inseguridades cuando, tras la partida de su hermana a Alcalá de Henares, se sintió observada y juzgada. «Hubo un tiempo que me mantuve alejada del mundo de la música, porque tenía la sensación de que la gente me miraba raro», recuerda. Sin embargo, el apoyo de amigas y compañeros tamborileros la empoderó. Por su parte, María Antonia señala como cuando empezó a salir a amenizar las fiestas de los pueblos en las procesiones le decían: «Más vale que tu madre te enseñara a fregar».
A pesar de los desafíos, el amor por la gaita y el tamboril no solo les ha permitido mantener vivas las tradiciones de su pueblo, sino que también ha sido un hilo conductor entre ellas. Mari José, con su espíritu joven y solidario, ha encontrado en la música una forma de desconexión, mientras que María Antonia, con su enfoque alegre y perseverante, ha llevado su pasión a Alcalá de Henares, donde ejerciendo como tamborilera en las Casas Regionales.
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