La tradición de la matanza reluce en Lumbrales

La Plaza Mayor de Lumbrales vivió la tradición de la matanza en un ambiente festivo, en una agradable mañana de domingo que acompañó esta cita en la localidad de la comarca del Abadengo. La ligera lluvia que cayó durante la noche del sábado no impidió que el programa previsto se cumpliera con una puntualidad exquisita.

A las 10:00 horas, el lecho de helechos sobre el que descansaba el imponente cerdo, de más de 150 kilos de peso, ardió al son del crepitar del fuego durante el chamuscado del animal. Unos minutos después, haciendo gala de una maestría y una avidez destacable, los matanceros se afanaron en el proceso del raspado para dejar libre de pelos e impurezas el cuerpo del protagonista de este evento y de esta tradición tan arraigada en la comarca.

Con cortes ágiles y una precisión cirujana, los hombres fueron despiezando todas las partes del cerdo: orejas, morro, tripas y patas, que tal y como está mandado, se colocaron para su secado al sol. Como curiosidad, se pesó en la balanza los futuros jamones, que ofrecieron un peso de 16 kilos cada uno. Mientras todo esto ocurría en el centro de la Plaza Mayor, los vecinos y curiosos degustaron un desayuno compuesto por perrunillas y dulces, acompañados de aguardiente y vino.

Con el paso de la mañana, el ambiente fue cada vez más populoso, sobre todo a partir del mediodía, con un potente almuerzo compuesto por chichas y huevos fritos, el asado de algunas partes del cerdo, el picado y enfusado, antes del colofón que fue el sorteo de las piezas del animal entre todos aquellos que habían adquirido previamente un número durante el evento.

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