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Sábado, 2 de mayo 2020, 12:15
No corren tiempos fáciles y menos aún para aquellas personas que han decidido dedicar su vida a la oración y que dependen en gran parte de la caridad, como las monjas franciscanas del convento de Porta Coeli, en El Zarzoso de El Cabaco, que encabeza la madre abadesa Soledad Nieto Alegría.
–¿Qué ha cambiado en la clausura este primer mes de confinamiento obligado?
–En cuanto al confinamiento, como es fácilmente comprensible, pocas cosas puesto que nosotras ya decidimos vivir una vida de reclusión y oración, pero aún así hay cosas a las que nos hemos visto obligadas a restringir para evitar que el coronavirus entre en nuestra casa, como la atención al público o las pocas salidas que hacíamos al Hospital a Salamanca.
–Las restricciones de movilidad, ¿de qué manera les han afectado?
–Principalmente, a que una vez que se estableció el decreto del Estado de Alarma decidimos cerrar el obrador y suspender por completo la venta de dulces, manteniéndonos completamente aisladas del exterior, salvo para las cosas totalmente indispensables como reponer la despensa.
–El cierre del obrador habrá supuesto una merma de los ingresos, ¿qué fondos entran ahora al convento?
–El cierre del obrador no solo ha supuesto un merma, sino que eran los únicos ingresos que obteníamos de la venta de los dulces que habitualmente hacíamos, por lo que ahora mismo no entra ningún dinero en la congregación.
–Si no cuentan con ingresos, ¿cómo hacen para sobrevivir?
–Afortunadamente y con el esfuerzo de años anteriores conseguimos contar con una reserva económica, que teníamos pensado dedicar a la realización de alguna pequeña obra de mantenimiento del convento que está muy necesitado de ellas, pero ahora debemos pensar en seguir adelante y ese dinero lo utilizamos para pagar los gastos, que esos no paran por la crisis del coronavirus, tanto de alimentos como los recibos de suministros. Gracias a Dios no nos falta de nada y cada 15 días o así se acerca hasta nosotras el panadero, el de los congelados y otros suministros. No nos faltan los básicos, por lo que de hambre no nos vamos a morir.
–A pesar de las circunstancias, ¿reciben aportaciones de los fieles, del exterior?
–Al suspender las visitas, las aportaciones de los fieles también se han visto suprimidas, pero hemos de agradecer que aún en estas difíciles circunstancias la gente se acuerda de nosotras, como por ejemplo el alcalde de El Cabaco, José Antonio Sánchez, que nos ha traído estos días de atrás mascarillas de protección y desinfectantes contra el virus.
–¿Sienten miedo al contagio aun estando en clausura?
–Preferimos no hablar de miedo, se trata de prudencia, si se han dictado unas normas sanitarias y de seguridad que todos debemos cumplir para intentar frenar cuanto antes esta pandemia, nosotras también tenemos que cumplirlas.
–¿Reciben ayuda del Banco de Alimentos?
–Normalmente es poco lo que pedíamos al Banco de Alimentos, porque hay otras situaciones que a lo mejor lo necesitan más, pero ahora desde que empezó la cuarentena hemos dejado de solicitar ayuda porque además los pedidos los solíamos recoger cuando había que ir con alguna hermana al médico a Salamanca y eso también lo hemos limitado para evitar contagios.
–¿Cuántas monjas integran la congregación?
–Somos ocho hermanas, aunque el confinamiento pilló a una de nosotras de visita a sus padres en Palma de Mallorca y debe esperar a que todo pase para regresar. Al igual que dos de ellas que están en México.
–¿Le preocupa la situación económica del convento?
–No, el dinero se puede volver a tener, trabajando duro, lo preocupante ahora es la salud.
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