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Martes, 9 de junio 2020, 11:58
Ha sido capaz de eclipsar al monotema de estos últimos meses, el coronavirus. El presunto cocodrilo que se ha visto en la confluencia de los ríos Pisuerga y Duero en Valladolid es el principal tema de conversación desde el pasado fin de semana. La Policía Local de Simancas y la Guardia Civil siguen rastreando la zona en busca de pista de un reptil que, los testigos que lo vieron, aseguran que puede medir más de 1,5 metros. Sin embargo, rastreadores profesionales han sugerido que todo se podría tratar de un malentendido y que las huellas encontradas podrían corresponder a nutrias.
De una forma o de otra, lo que no cabe duda es que Salamanca tiene su propio reptil exótico. En este caso un caimán. Cuelga desde hace seis siglos de la imponente y bellísima iglesia de la localidad de Santiago de la Puebla, a 13 kilómetros de Peñaranda. Un hecho insólito que despertó la curiosidad de Iker Jiménez y de su ‘Cuarto Milenio’ hace algunos años.
Cuenta la leyenda que el lagarto -como así lo conocen los santiagueses - apareció un día en el pueblo tras una gran avenida de agua. Escondido en el follaje del río, acechaba a un grupo de niños que jugaba cerca de él. De repente, tras una violenta sacudida, el caimán se avalanzó sobre una pequeña de cabellos rubios a la que devoró de un bocado. Asustados por lo que acababa de suceder, los niños corrieron al pueblo en busca de ayuda. Los hombres, armados con hoces y horcas, bajaron hasta el río, donde encontraron al animal dormitando tranquilamente. Tras capturarle, abrieron su barriga de arriba a abajo para poder sacar a la niña, a la que en un principio creyeron muerta. Pero, milagrosamente, la pequeña comenzó a moverse.
El de Santiago de la Puebla no es el único reptil de grandes dimensiones presente en un templo. En el sanutario de la Virgen de Sonsoles de la capital abulense se puede contemplar otro guardado en una urna. También tiene su propia leyenda. Habla de un caballero abulense que se encontraba en América y que fue atacado por un cocodrilo. Cuando ya se había hecho a la idea de que iba a morir, el hombre se encomendó a la Virgen de Sonsoles. De repente, la fusta que llevaba colgada de su cintura se convirtió en espada para acabar con la vida del reptil. Como agradecimiento a la Virgen, trasladó el cuerpo del cocodrilo hasta su santuario.
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