Carlos García en el interior de su bodega, una de las pocas que existen en Castilla y León a cuatro arcos, según los entendidos. Holguera

Un pueblo salmantino, testigo de un pasado vitivinícola

La localidad conserva al menos cuatro bodegas que son la prueba de que se hacía abundante vino, hasta en 1960 se pisó la uva para extraer el mosto que una vez en las bodegas se convertiría en la preciada bebida

Jorge Holguera Illera

Palaciosrubios

Viernes, 8 de diciembre 2023, 16:39

Uno de los secretos mejor guardados de Palaciosrubios es su pasado vitivinícola, y es que en esta localidad del noreste de la provincia se hacían grandes cantidades de la bebida de Baco. Sus bodegas son testigos de un pasado que aún está reciente en la memoria de quienes tuvieron el privilegio de conocerlo. Un ejemplo es el testimonio de las hermanas Sánchez, que conservan dos de las mejores bodegas que conserva la localidad. Aunque a la hora de valorar estas construcciones es muy difícil establecer una jerarquía, porque cada una cuenta con sus características.

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Carlos García conserva una bodega, de las pocas a cuatro arcos que existen en Castilla y León, quizá la única de la provincia. Este apunte dice que se le hizo un historiador que la visitó. Él la adaptó como lugar de encuentro que normalmente utiliza con sus amistades para comer o merendar. Incluso cuenta con luces de colores para convertirla en discoteca particular.

Otra de las bodegas más destacadas de Palaciosrubios es la de los Bello. «Tendrá cinco siglos», dicen en Palaciosrubios, aunque se desconoce su fecha de construcción, Carlos García dice haber visto un dibujo de 1812 en que se atribuye la propiedad de esta construcción subterránea a José Bello. Mide aproximadamente 25 metros de largo por 3,5 de ancho. Además tiene la peculiaridad de estar sostenida sobre «arcos apuntados de murillo», dicen los beleguinos, o lo que viene a ser lo mismo, de piedra. El ladrillo está ennegrecido como si en su interior hubieran pasado siglos. En el exterior los respiraderos o zarceras delatan su existencia, que transcurre bajo al menos una calle de la localidad. También se conserva el lagar, que es donde se pisaba la uva y por donde se introducía el mosto en el interior de la bodega.

La bodega más completa de todas es la de Casimiro, con acceso desde la calle la Iglesia. Según Celsa Sánchez «se construiría en 1890 aproximadamente y en 1930 probablemente ya no se utilizaba para producir vino, sino como almacén y para otros usos». «La mandó construir mi tío Casimiro, que era hermano de mi bisabuelo Vicente Sánchez», continúa. Esta bodega conserva el lagar en la planta que da a la calle con una enorme prensa de las antiguas de viga. Está intacta, con las piedras de granito. Los túneles son llamativos. Tienen al menos cuatro cubas de aquellas que se medían en cántaros. «Cada cántaro tenía 16 litros y había cubas que podrían tener 7.000 u 8.000 litros», calcula. Esta bodega, piensa Celsa que era de producción «a juzgar por el tamaño de las cubas».

La últimas viñas se arrancaron a principios de los 60, «hubo una epidemia de filoxera y el gobierno recomendó arrancar los viñedos, además coincidió con el inicio de la concentración parcelaria y se incentivó el cultivo del cereal en perjuicio de los viñedos, con lo cual las bodegas dejaron de utilizarse para su uso inicial», detalla Celsa Sánchez.

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Celsa conserva la bodega que llamaban la chica, la de su abuelo Vicente Sánchez Hernández. «Lo que se producía en esta bodega era casi en su totalidad para uso doméstico». En ella elaboraban el vino que se precisaba como parte de la manutención de alguno de los mozos que trabajaban en la casa, y sobre todo para los segadores. «Los segadores cobraban su sueldo y había que darles además pensión completa con vino incluido», detalla. En casa de su abuelo las cuadrillas de segadores eran de 20 personas, entre segadores y ayudantes que hacían la siega durante al menos los meses de julio y agosto. Además, principalmente trabajaban en la labor de su abuelo diez o doce trabajadores fijos, algunos de los cuales comían y dormían en la casa. Eran litros los que se gastaban de vino en esta casa de labor, «aquí se hacía un vino tinto muy oscuro del tipo al que hacían hace unos años en Toro, con mucho cuerpo», describe.

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