La Gaceta
Lunes, 30 de diciembre 2024, 09:47
La guerra y la religión han tenido una estrecha relación durante siglos. En la provincia de Salamanca hay claros ejemplos de ello. En la zona de La Armuña había un cristo que los vecinos adoraban con fervor, ya que había sido clave para las batallas entre cristianos y musulmanes. Se le conocía como el Cristo de las Batallas.
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No hay nada más peligroso que un pueblo que no pierde la fe. Esto lo detectaron pronto los franceses cuando ocuparon tierras armuñesas. Al escuchar la existencia de un cristo con una gran devoción, las tropas galas no dudaron en desplazarse hasta Castellanos de Moriscos para destruir no sólo la talla, sino cualquier vestigio que condujera a su recuerdo.
Al cura le llegó la noticia que los franceses iban hacia su iglesia a por su cristo. El religioso fue al pueblo a buscar ayuda, pero se topó que todo el mundo estaba en el campo. Entonces, no le quedó otra que moverlo él solo. El sacerdote casi no podía con el cristo por sus dimensiones, pero por casualidad divina apareció en las inmediaciones un carro y un burro. El milagro estaba hecho. Pudo ponerlo a buen recaudo lejos de los soldados franceses.
Todavía hoy es venerado este cristo en agosto en Castellanos de Moriscos.
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