Imagen de Alberto Mandado, en el cementerio de Puerto de Béjar. TEL

«De la pandemia aprendí que hay que vivir. Fueron días muy duros»

Se cumplen cinco años del estado de alarma y el confinamiento. Alberto Mandado fue uno de las personas que vivieron el dolor de enterrar a fallecidos sin que sus familiares pudieran despedirse de ellos.

TEL

Béjar

Sábado, 15 de marzo 2025, 09:57

Alberto Mandado trabaja como enterrador en la comarca de Béjar desde hace 15 años y vivió aquellos duros días de estado de alarma y confinamiento debido a la pandemia del coronavirus en los que las familias recibían un féretro con los restos de sus seres queridos para enterrarlos en soledad debido a las restricciones.

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Fueron días muy duros para la sociedad en general, pero quizás las personas que estuvieron en primera línea, como es el caso de Alberto Mandado, sintieron más de cerca el dolor de las familias y aprendieron una lección de vida imborrable. Se cumplen ahora cinco años del inicio de aquellos meses de aislamiento, de calles vacías, de muertes y de sufrimiento en una sociedad que no estaba preparada para algo así.

Las normas para los procesos funerarios cambiaron en la pandemia por las propias restricciones recogidas en el estado de alarma y aumentó notablemente el número de enterramientos. Cuenta Alberto Mandado que, solamente en una funeraria de Béjar, los casos subieron en 100 o 150 más en esos meses de confinamiento en comparación con años anteriores.

«La mayoría se incineraban porque había municipios en los que no nos dejaban entrar. No nos dejaban acercarlos al pueblo» explica Alberto Mandado para añadir que, en los meses de pandemia, se enterraban a los fallecidos con uno o dos personas como testigos sin poderse reunir las familias para despedir a sus seres queridos.

«Recuerdo que fueron unos días muy duros con ejemplos como un señor que se quería despedir de su mujer, pero el féretro venía precintado por el covid. El hombre insistía en abrirlo porque no había vuelto a ver a su esposa desde que ingresó en el hospital. Lo más duro era que los familiares no podían despedirse de sus seres queridos» explica para recordar también cómo había gente que hacía do videollamadas para que el resto de familiares pudieran ver el entierro debido a la imposibilidad de juntarse.

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Desde aquella época y una vez suprimidas las normas, los enterramientos volvieron a ser como siempre y muchos familiares cumplen la última voluntad de los fallecidos de ser enterrados en su pueblo natal ahora ya con misa y no con un simple responso en el cementerio como sucedía durante la pandemia.

«Había mucho más dolor antes porque no se podían despedir de sus seres queridos. Ellos se tenían que creer que su esposa, hijo o marido estaba en el féretro y que había muerto por covid» asegura Alberto Mandado para añadir también que los enterradores asumieron un papel importante entre tanta soledad para arropar a las familias. «No nos podíamos acercar a la gente, pero por desgracia en los pueblos en los que trabajo conozco a muchas personas. En más de un entierro, se me han saltado las lágrimas porque conocía a la persona fallecida o a algún familiar», asegura.

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Como enseñanza de aquellos días, Alberto Mandado ha aprendido que hay que aprovechar la vida. «He aprendido que hay que vivir. Al cementerio vamos a venir todos, pero hay que aprovechar porque fueron momentos muy duros», reconoce.

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