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Colmenar de Montemayor
Miércoles, 17 de abril 2024, 06:45
«¿Hola María, estás bien? ¿Hola María, necesitas algo? ¿Hola María, has descansado? Estas palabras a cada momento sonaban en un pequeño pero ordenado habitáculo de la UCI en Salamanca», relata María Gómez González, de Colmenar de Montemayor, después de haber permanecido cuatro meses y ... una semana ingresada en la UCI del hospital de Salamanca.
María, que tiene 76 años, ingresaba el 5 de octubre del año pasado para ser operada al día siguiente de unas válvulas en el corazón. El día 7 tenía que ser intervenida de nuevo y comenzaba entonces un rosario de complicaciones que le llevaron a permanecer casi cinco meses, como ella recuerda, en cuidados intensivos. Si ella puede contarlo ahora es en gran medida a todos los cuidados y a todo el cariño que recibió allí dentro: «nunca me cansaré de alabar el trabajo profesional y humanitario de estas grandes mujeres y hombres que ponen todo su empeño y esfuerzo en salvar vidas. Nunca imaginé que se podía aprender tanto de ellas, siempre con la sonrisa los labios, para hacer más llevadera la estancia en aquellas cuatro paredes. Así, un día tras otro día, semanas así hasta casi cinco meses».
María continúa su relato de todo este tiempo ingresada: «estos meses, con más bajadas que mejorías, pero ellos y ellas estaban siempre allí para solventar cualquier problema. Uno de los días quise tirar la toalla, como vulgarmente decimos las personas, pero no, ellas estaban allí, dándome ánimos para seguir. Pensé en mi familia, no se lo merecía, y mi equipo tampoco. Decidí seguir adelante y aquí estoy».
María habla a LA GACETA en compañía de su hija Edurne, otro gran apoyo de su madre junto con el resto de la familia y allegados. Además del tiempo que permaneció en la UCI, donde le llegaron a adornar la sala una vez que comenzó a recuperarse, pasó otros quince días en planta y recibió el alta el 19 de febrero. Ahora se recupera en casa, con la familia, y aprovecha para agradecer todo esa labor que se desarrolla en el hospital: «también quiero agradecer a los trabajadores de la limpieza su dedicación en hacer más confortable mi estancia en la UCI siempre con su sonrisa dando ánimos. No doy nombres porque no quiero olvidar a nadie, ya que todos y todas se dejaban su piel para atenderte. Médicos siempre dispuestos a escucharte, enfermeras haciendo que te sintieras cómoda, auxiliares pendientes de ti cada momento, celadores extraordinarios dispuestos a aguantarte y ayudarte y a ponerte cómoda. ¿Y qué decís de los cirujanos? Benditas manos, las de todos ellos». Concluye su relato con palabras también para la coordinadora de Cardiología y a todas esas personas que se desvelan para que María y muchas otras personas como ella puedan contar su experiencia en el hospital.
«Yo no me he enterado de nada, ha sido mi cuerpo el que ha respondido a los estímulos que ellos me daban», concluye con emoción y agradecimiento.
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