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Sábado, 11 de marzo 2023, 12:05
Mari Cruz Blanco Herrero es una mujer vitalista, optimista, creyente y feliz. Esta forma de ser le ha ayudado en un grave trance que sufrió a finales de noviembre por una intoxicación de setas que le mantuvo siete días en la UCI. Su marido, Delfín, y otra pareja del pueblo, Valverde de Valdelacasa, también fueron afectados.
¿Cómo se encuentra en la actualidad?
Yo me encuentro mejor; ahora mismo es como si no hubiese tenido nada. Después de salir del hospital, ocho días antes de Nochebuena, fueron quince días o tres semanas fastidiada porque no puedes casi moverte, no tienes ganas de comer... Ha sido una experiencia bastante fastidiada. Sobre todo los días del hospital, en la UCI. Cuando me ingresaron tenía todo el conocimiento, pero no podía hablar. Era un agotamiento muy fuerte, veía que estaba mal pero no tenía dolores. Pensabas, “haced lo que queráis conmigo”, como si tuviera la voluntad anulada.
Comieron setas tóxicas. ¿Cuando fueron conscientes de la situación?
Yo tenía descomposición. Me daban ganas de devolver pero soy muy mala y no devolvía. Así desde las tres a las seis de la mañana. A las seis menos cuarto empecé a devolver y vi que había setas, pero yo en ningún momento pensé que era eso. Pensé que algo me había sentado mal. Si no se levanta mi marido y me mueve, allí me hubiese quedado. Se levantó y me preguntó, pero yo hablaba entre dientes porque no podía. No se había enterado y cuando se levanta y ve la luz encendida me vio que estaba mal y llamó a mi hija Diana, porque no me podía ni levantar y no tardó ni diez minutos desde Guijuelo a aquí. Me levantaron y estaba como un pelín mejor y me senté en un sillón. A él empezó a revolvérsele también el estómago un poco y Diana dijo que eran las setas. Les dije que se fueran a las vacas y que luego nos íbamos. Me quedé sentada y no me podía mover nada, me tenían que cambiar de ropa, me cogieron y como pudieron me cambiaron y me metieron al coche, prácticamente con los pies a la rastra. Estando en el ganado ya los llamó Carlos -otro de los afectados- para preguntarnos cómo estábamos de salud y les dijo que inmediatamente nos fuéramos el médico que era un envenenamiento, que ellos habían ido a Guijuelo, pero los derivaron a Salamanca y Delfín ya no se encontraba bien tampoco.
Y se fueron a Salamanca...
Cuando llegamos a Salamanca difícilmente hablaba y cuando me hicieron la analítica y vieron el veneno que había rápidamente me mandaron para Valladolid, que hay equipos buenos para el tema del veneno, pero no digestivo. Una vez allí, estaba entubada por todos los sitios y tenía nueve goteros. Lo veía todo, era consciente y llegó el médico y no anduvo con paños calientes y me dijo: “Mari Cruz, has entrado con un hilo de vida pero mínimo, mínimo. Tienes que luchar mucho para que nosotros con la medicina y tú poniendo fuerzas puedas salir adelante, si no, lo tienes muy difícil”. Esto nada más entrar. Soy una persona creyente y mentalmente recé lo que tenía que rezar y nada más. Así, siete días que estuve en la UCI.
Se llegó a hablar de la necesidad de un transplante pero ¿cómo fue el tratamiento?
El tratamiento es horroroso. Le digo a todo el mundo que no lo pruebe sin saber lo que se come. Yo comía de todo, todo lo que me ponían en cualquier sitio y ahora no. En el hospital me pusieron un día unos champiñones con un poco de carne y ya no comí ni la carne. Te meten carbón molido en un tubo y le meten agua, lo agitan y como te ponen la sonda gástrica te lo inyectan directamente al estómago. Te lo administran cada tres horas, menos la dosis de las tres de la mañana (paran de doce a seis). Eso va raspando, es como arena molida y te va raspando todas las partes del estómago y el intestino hasta salir. Son unos dolores de estómago y de tripa desgarradores. Si hay una persona que es floja mentalmente, hay quien se marcha porque no aguanta el tratamiento porque no hay otra cosa. Me pusieron diálisis, cosa que a Delfín y a la otra chica no les prescribieron y por eso cuando se la quisieron poner el veneno lo tenían más repartido. Ellos tenían algo más de esperanza para salir para adelante, porque la peor era yo y si salía necesitaría trasplante. Al final no he necesitado nada.
Y llegó la recuperación...
El médico me dijo luego que la que entró con un hilo de vida tenía vida para un montón porque había sido una campeona. “Hay poca gente que tenga la capacidad de aguante de dolor que tienes y el 99 % de la gente que entra como tú entraste no lo cuenta”, me dijo. Me hicieron todo junto y para mí fue fundamental. También fue clave que cuando al principio quise devolver, me hice una manzanilla y es cuando devolví las primeras setas; luego tomé otra taza y devolví de nuevo. Eso me ayudó porque el cuerpo no lo había absorbido todo. Está en que tengo que seguir dando guerra y punto.
¿Cúal fue el peor momento?
Fue al ingresarme, los dos o tres días primeros, luego como vas pudiendo hablar, aunque lo pasas mal, vas mejor y luego ya cuando me quitaron todas las sondas, aunque me quedó un gotero, parece que respiras. Los siete días son muy duros y los dolores muy malos.
Y la vuelta a casa, ¿cómo fue?
Estuve dos semanas fastidiada. De la cama al aseo y al sillón de la cocina. Si llegaba alguien, dejaba la puerta abierta para que pasara y si sonaba el teléfono fijo no me daba tiempo ni a llegar a cogerlo porque iba con una muleta y me caía, pero enseguida empecé a recuperarme. Estuve en Valladolid siete días en la UCI y otra en planta. Luego una más en Salamanca para estar junto a mi marido, pero entró gente con covid y la gripe A en la planta y si nos cogemos una cosa de esas no tenemos defensa de nada. La verdad que se ha movido una gran cantidad de gente. Mi hijo mayor me decía que esto nos ha servido para darnos cuenta de la cantidad de gente que nos quiere. Llamaban para ver si hacía falta para un trasplante, para ver si había que donar sangre... Cuando cogí el móvil tenía 262 llamadas y 132 mensajes de WhatsApp y los chavales estaban colapsados e hicieron grupos para informar.
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