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Lunes, 24 de febrero 2020, 09:57
En plena comarca peñarandina, la pequeña localidad de Villar de Gallimazo es otra de las que más foráneos ha acogido en los últimos años. La razón es el trabajo que ofrece una plantación de fresas y una fábrica de puertas que hay en el municipio y que en los últimos años ha contratado a más de medio centenar de inmigrantes procedentes de Mali.
Los vecinos ‘de toda la vida’ aseguran estar encantados con la vida que vuelve a tener el pueblo, con 201 habitantes registrados por el INE. Incluso muchos de ellos les han alquilado casas que estaban vacías y sin uso, tanto en Villar de Gallimazo como en algunos municipios cercanos, porque la demanda de vivienda se disparó con su llegada.
La curiosa atracción de los malineses por la comarca peñarandina se debe a la persona encargada de contratarles, que procede de un pueblo de Mali del que trae a todos los que quieren trabajar en Europa. Eso hace, explican, que la mayoría sea además familia entre ellos.
Tampoco el hecho de que sean musulmanes complica la convivencia con los ‘villajeros’, que incluso lamentan que al final vengan al pueblo solos y no lo hagan acompañados de sus mujeres e hijos.
El Ayuntamiento de Villar de Gallimazo, además, está siempre pendiente de que no haya problemas de convivencia y de que los ‘nuevos’ vecinos tengan también cubiertas las necesidades más básicas.
Para ello cuentan con la ayuda de Cruz Roja, que es la entidad encargada de supervisar que la adaptación en el pueblo sea siempre la mejor posible. Por este motivo, los trabajadores malineses que no saben hablar español reciben clases gratuitas todas las semanas.
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