EÑE / Francisco Martín
Salamanca
Sábado, 7 de diciembre 2024, 16:11
Han pasado cerca de setecientos días desde que una veintena de agricultores de Santa Teresa, localidad pedánea de Galisancho, vieron como parte de sus terrenos, situados entre el Tormes y uno de sus brazos donde desemboca el río Alhándiga, quedaron totalmente inundados al desbordarse el caudal del río debido a las fuertes lluvias que sufrieron en enero de 2023 parte de los municipios de la provincia. Unas riadas que dejaron grandes desperfectos en las zonas cercanas al cauce por la fuerza del agua, como la rotura de parte de las defensas de la margen derecha, llenando las tierras de piedras a la altura de Fresno Alhándiga, o el derribo de un puente que conectaba los términos municipales de Sieteiglesias de Tormes y Encinas de Arriba.
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«Fue una situación que se complicó por el estado del caudal al estar lleno de maleza, troncos y árboles caídos, ya que todos esos elementos impiden el paso normal del agua cuando está descontrolada», explica Óscar Vicente, presidente de la comunidad de regantes de Santa Teresa. Inundaciones que se repitieron al inicio del año en curso y que los propios agricultores afectados indican que «seguirán produciéndose cada vez que llueva algo más de lo normal porque el agua no tiene sitio para correr por la cantidad de mierda que hay en el cauce».
Una problemática que ya ha sido trasladada en pasadas ocasiones a la Subdelegación del Gobierno, para que lo pusieran en manos de la Confederación Hidrográfica del Duero. Organismo que los vecinos afectados acusan de «ineficaz», ya que el pasado mes de enero mantuvieron una reunión con la presidenta, María Jesús Lafuente, para trasladar todas sus preocupaciones y reivindicaciones y «todavía no han realizado ninguna actuación», asegura Óscar Vicente.
«Esta brazo del Tormes, donde desemboca el agua del río Alhándiga y mide algo más de dos kilómetros, lleva sin limpiarse más de veinte años», afirma Jesús Vicente, uno de los vecinos de Santa Teresa más afectados por la proximidad de sus tierras al caudal. «No es un problema nuevo porque hubo una vez que estuve cerca de ocho años sin poder sembrar las fincas. Ahora, con los años se ha ido agravando, sobre todo, con la rotura de las defensas en enero del 2023», añade.
Sobre esta cuestión, Jesús Vicente apunta que «con las defensas rotas, las inundaciones serán cada vez mayores y, por ello, desde la CHD nos tienen que proporcionar una solución para poder mantener nuestras tierras». Jon Martín, otro de los perjudicados, tiene claro que «si estuviera limpio el agua no se saldría del cauce, ni del Alhándiga ni del Tormes».
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Por todo ello y ante la falta de actuaciones para solucionar los problemas, los agricultores afectados quieren que se conozca su posición actual. «Si no logramos que nos escuchen, la situación solo empeorará, por tanto no podemos quedarnos de brazos cruzados», asegura el presidente de la comunidad de regantes.
Además, los vecinos afectados lamentan que cada vez que llueve, «vivimos con el miedo de que el agua lo arrase todo de nuevo». «No es solo una cuestión de pérdidas económicas, sino de todo nuestro trabajo del año», concluye Fidel, otro de los agricultores con terreno en esta zona.
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