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Lunes, 19 de julio 2021, 12:40
La segunda edición de las Jornadas de Cocina Carmelitana ha topado con el obstáculo de la pandemia y la imposibilidad de hacer grandes reuniones con público para explicar algunos de los secretos tradiciones de los fogones del Carmelo. Pero YouTube permite abrir una ventana nueva con la que solventar este problema. Así lo ha sabido entender el carmelita Manuel Diego, quien ejerce de cicerón por el convento de la congregación en Alba de Tormes para explicar, en distintos vídeos, parte del funcionamiento de los fogones del Carmelo desde la Edad Media.
Algunas peculiaridades del convento son el aljibe y el lavabo que hay en el claustro. En el caso del aljibe servía para la recogida y almacenaje del agua de lluvia, que se purificaba haciéndola pasar por varios sacos de arena, con lo que se garantizaba la idoneidad y seguridad de la misma.
En el caso del lavabo, sigue presente en el claustro recién restaurado. Por este punto pasaban antes de entrar al comedor los religiosos para lavarse las manos tanto antes como después de comer.
Acerca del avituallamiento y las fórmulas para conseguir los víveres para los conventos del Carmelo, en los que la regla religiosa indicaba que no se debía comer carne, había una fórmula comunitaria para lograr el pescado que les garantizaba la proteína necesaria. El puerto de Bilbao era su punto de compra para el bacalao y el pescado salado que llegaba a las cocinas conventuales y lo adquirían entre varios cenobios para después repartirlo.
Los huevos, las hortalizas y las verduras procedían del cultivo de huertas propias y las naranjas, en época de Santa Teresa, “se pedían a Sevilla para que las trajesen a los conventos de Castilla”, apunta Manuel Diego.
De las peculiaridades de cada convento da buena cuenta, que en el de las Batuecas, ubicado entre dos ríos, el caudal de agua para las pilas de la cocina entraba directamente desde uno de ellos y era frecuente que apareciesen truchas en las pilas. La austeridad de estos religiosos hacía que las devolvieran al río sin consumirlas para no renunciar a la estrechez de la regla carmelitana al considerarlas un manjar delicado y delicioso.
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