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Juan Manuel González y Mila Martín, en la localidad de Barbadillo en la que se han asentado para arrancar su proyecto familiar. EÑE
La pareja que ha dejado la ciudad para vivir en Barbadillo y casarse

La pareja que ha dejado la ciudad para vivir en Barbadillo y casarse

Mila Martín, de Talavera de la Reina, y Juan Manuel González, de Zamora, han elegido para formar una familia Barbadillo, donde contraerán matrimonio el próximo día 23

Miércoles, 18 de enero 2023, 18:52

“Estábamos hartos de pisos y buscábamos tranquilidad para nuestro proyecto familiar”, aseguran contundentes Mila Martín y Juan Manuel González, dos jóvenes de Talavera de la Reina y Zamora, que en pocos días se convertirán en marido y mujer en la pequeña localidad de Barbadillo, a la que se trasladaron a vivir el pasado mes de septiembre.

La vida en el pueblo es para ellos “una liberación”. “Llevábamos un año y medio buscando casa hasta que encontramos la que nos gustó. En Barbadillo estamos encantados con los vecinos y cuando conocimos el pueblo, los servicios, y vimos que tiene de todo, desde tiendas a bares, nos decidimos”, relata la joven pareja, que insiste en que querían una casa en un pueblo que estuviera cerca de sus trabajos. “Yo trabajo en el hospital y tardo 15 minutos”, señala Mila, mientras Juan Manuel tan solo necesita 10 para llegar a su empleo en Villares de la Reina. “Los dos preferimos movernos en coche para ir a trabajar y tener el resto de la vida tranquila en el pueblo. Antes incluso venía desde Zamora a trabajar en coche”, reconoce.

Ambos se sienten ahora hijos adoptivos de Barbadillo. “Una de las ventajas del pueblo es que no tenemos el ajetreo de la ciudad. Queremos formar una familia y aquí vemos parejas con niños y se ve que los pequeños pueden hacer vida de niños, sin que los padres los lleven a todas partes de la mano”, relatan.

“Me he criado en una finca — afirma Mila — conozco ese tipo de vida tranquila, que es la que quiero ofrecerle a nuestros hijos. Cuando iba a casa de mis abuelos me encantaba el sosiego que había en el pueblo, poder dejar la bici fuera de casa sin candado y sin problema, tener amigos, andar por los caminos, las peñas de las fiestas... son cosas que en las ciudades no hay. Va cada uno a los suyo. En la ciudad se suele juntar gente de la misma edad con la que se coincide en el colegio, pero en los pueblos hablas y te relaciones con gente de muchas edades y es más intergeneracional el aprendizaje, porque los mayores te enseñan, no solo nuestra franja de edad. Con salir a la calle o acudir a una fiesta popular puedes relacionarte con ellos”.

El próximo día 23 se casarán acompañados por una decena de familiares, que serán los que escuchen sus votos pronunciados en el Ayuntamiento. “Nos casamos aquí porque nos gusta mucho el pueblo y su gente. Sabemos que ese día tenemos el Ayuntamiento para nosotros solos, algo que en Salamanca es imposible y en el juzgado van muy deprisa”, afirman los dos jóvenes. “En la ciudad había mucha gente joven, pero ni siquiera conocía a mis vecinos del piso de al lado. La gente va a su aire. La pandemia la pasamos en un piso y se nos hacía enano. En Salamanca por un piso un poco más grande nos pedían mil euros mensuales. Aquí con menos dinero pagamos la hipoteca y salimos ganando, tenemos más espacio, libertad y vecinos serviciales. Hemos arriesgado y hemos ganado calidad de vida”, puntualizan.

“En mi trabajo en el hospital tengo mucha responsabilidad y antes, cuando llegaba al piso, recién salida de un turno de noche, a las 8 de la mañana en el bloque era la hora de levantarse los niños de los vecinos para ir al colegio y un caos de ruido. El vecino de arriba jugaba a la consola hasta las 5 de la mañana y le escuchábamos, igual que si otro vecino discutía con alguien. No podía ni dormir y ahora es una bendición”, reseña Mila. El cambio que han hecho lo explica la joven en cifras concretas: “Antes teníamos un piso de 67 de metros cuadrados y ahora en la casa 143 y una terraza enorme. Por el piso pagábamos 370 euros de alquiler y aquí 400. Ahora tenemos desván y antes ni trastero. Estoy encantada”. Vivir en el pueblo, destaca, “es mucho más sencillo y se lo recomendaría a todo el mundo porque van a conseguir desconectar totalmente, Antes vivía con agobio y prisa. Ahora duermo mejor y con menos ansiedad. Los dos hemos ganado en salud mental”, concluye Mila.

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