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Domingo, 26 de febrero 2023, 19:23
Juan Carlos ha vivido siempre en Madrid, hasta finales del pasado año en que, decidido a cambiar su forma de vida, aprovechó la oportunidad de asumir la gestión del bar municipal de Cantaracillo y dejar atrás su pasado en San Fernando de Henares, que era ... la localidad en la que residía hasta entonces.
¿A qué se dedicaba en Madrid?
—Era comercial. Viajaba mucho y ya me canse de tanto viajar.
¿Siempre fue comercial?
—Al principio fui ferretero. De joven trabajé algún tiempo como camarero, de extra.
¿Qué le motivó a elegir vivir en Cantaracillo?
—Sobre todo vine buscando tranquilidad y tener un poco más de calidad de vida. No vengo huyendo de Madrid porque me encanta, lo que pasa es que me gusta más Cantaracillo. Cuándo me preguntan de dónde soy me gusta presumir de mi pueblo.
¿Cómo fue la adaptación al pueblo?
—Muy bien porque yo venía bastante por aquí. A mi me pilla poco de sorpresa.
¿Y la acogida?
—Muy bien, muy contento estoy, vengo con intención de jubilarme y quedarme aquí.
¿Quiere quedarse en Cantaracillo?
—Mi intención es quedarme para los restos de mi vida, otra cosa es cómo se dé.
¿Qué ventajas e inconvenientes tiene vivir en un pueblo como Cantaracillo?
—Sobre todo la tranquilidad. La gente es muy amena, no hay distinción de edad. Hablas con los grandes y los más pequeños y parece que somos todos amigos de toda la vida, de alguna manera. Hasta ahora no veo ninguna desventaja.
¿Qué echa más de menos de la vida de la ciudad?
— A lo mejor el que tengamos más servicios. Aquí te tienes que desplazar mucho con el coche para surtir el bar, pero para mi no es ninguna molestia tener que ir por ejemplo todos los días a Peñaranda porque estamos al lado.
¿Si alguien de la ciudad le pidiera consejo para irse a un pueblo, que le aconsejaría?
— Se lo recomendaría si busca tranquilidad y si viene de Madrid, le aconsejaría que fuera pensando en cambiar su modo de vida de forma radical, porque es un cambio muy grande.
Ha cambiado el nombre del bar por Boriles, ¿Cuál es la razón?
—Así se conocía a mi padre, Sebastián Pérez, en Cantaracillo. Mi padre estaba muy bien considerado, creo que le querían mucho, por lo menos eso es lo que me dice la gente.
¿Por qué le llamaban Boriles?
—Porque tocaba el tamboril.
¿Qué tal las primeras semanas con el bar?
—Estoy muy contento. Se que no es para hacerse rico pero da para vivir. Agradezco la acogida del pueblo.
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