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Foto publicada en LA GACETA de Hemingway firmando autógrafos en Béjar.
La noche en la que Hemingway acabó borracho en Béjar

La noche en la que Hemingway acabó borracho en Béjar

El escritor americano y premio Nobel de Literatura visitó la ciudad textil en septiembre de 1959

Miércoles, 16 de junio 2021, 13:44

Pocas ciudades salmantinas pueden presumir de contar con una documentación escrita literaria tan extensa y relevante como la villa de Béjar, donde la casa ducal de los Zúñiga ejerce de polo de atracción, pero también de foco de difusión. La presencia de autores como Cervantes, Góngora, Lope de Vega, Cristóbal de Mesa o Francisco Yagüe son algunos ejemplos. Pero no los únicos. Pues también en los tiempos que corren, la ciudad textil ha visto desfilar por sus calles y plazas a grandes literatos. Uno de los más destacados es el escritor y Premio Nobel Ernest Hemingway, quien en una visita relámpago en septiembre de 1959 dejó una gran impronta en la villa, a pesar de no sentirse cautivado ni atraído por la localidad.

La visita a la ciudad textil fue tan inesperada como improvisada. Hemingway había llegado a España en mayo de 1959 para hacer un seguimiento a los toreros Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez por las diferentes ferias taurinas de toda España. El 1 de septiembre, el escritor norteamericano se desplaza, con toda la comitiva, hasta Palencia para asistir a la corrida de Antonio Ordóñez. Pero la lluvia impide su celebración. Pasan la noche en Palencia y antes de viajar a Mérida, pues el maestro rondeño tenía una nueva corrida el 3 de septiembre, deciden hacer un alto a mitad de camino.

Béjar es la ciudad elegida para pasar el día, tal y como recoge en su crónica el corresponsal de LA GACETA, Ángel Gil, y que el bejarano José Antonio Sánchez Paso convierte posteriormente en relato.

Todo apunta que Hemingway elige Béjar con el fin de visitar a un viejo amigo suyo, Robert Wiesbergen, un empresario alemán que desde hacía dos años regentaba en la ciudad textil el recién inaugurado Hotel Colón, establecimiento en el que se hospeda el Premio Nobel y todo su séquito, pues junto a su mujer, Mary, también le acompañan la joven Valerie y el matrimonio Bill y Annie Davis. El registro tiene lugar a primera hora de la tarde, pues todo hace indica —aunque no hay testimonio de ello— que pararon a comer en Salamanca.

Tras el registro en el establecimiento hotelero, Hemingway decide dar un paseo por la ciudad. Dicen los cronistas de la época que el recorrido no fue largo ni lejano, apenas un pequeño paseo por la Calle Mayor. Aun así, la noticia de su estancia en la villa había corrido como la pólvora y decenas de personas salen a su encuentro por las calles de Béjar para pedirle autógrafos. Tal vez abrumado por esta situación, Hemingway decide regresar al hotel, en cuya cafetería se ve, de nuevo, rodeado de una multitud, en su mayor parte señoritas, según señala Sánchez Paso, interesadas por conseguir un autógrafo del Premio Nobel, quien llegó a plasmar no menos de cien rúbricas. Situación, dicen los cronistas, que llevó con resignación y amabilidad.

Antes de sentarse a la mesa para cenar, el escritor norteamericano recibe a los corresponsales de los dos periódicos salmantinos, entre ellos a Ángel Gil, de LA GACETA, al tiempo que concede también una entrevista a Radio Béjar. El corresponsal de LA GACETA refleja en su crónica los pocos o ningún elogio que Hemingway dedica a Béjar, ya que no se corta un pelo al referirse a la ciudad textil como “aburrida y pequeña”, afirmación que trató de arreglar, sin conseguirlo, al señalar que la naturaleza de los alrededores era hermosa. Nada que ver con los piropos que dedicaría a la cercana localidad de Barco de Ávila, lugar en el que vivió entre mayo y junio de 1931 y del que llegó a sentirse oriundo.

Tras la cena, el autor de “Por quién doblan las campanas”, “Adiós a las armas”, “Fiesta” o “El viejo y el mar” se excusa ante el resto de comensales y, aduciendo cansancio, se retira a su habitación. Pero nada más lejos de la realidad. Decide continuar con la sobremesa en el bar del hotel, donde permanece junto a un nutrido grupo de noctámbulos hasta altas horas de la noche, en otra de sus interminables madrugadas de alcohol y conversación, pues la diversión y el consumo de alcohol se habían convertido en práctica habitual de sus noches de farra.

Tanto es así, que acaba totalmente ebrio y tiene que ser llevado a su habitación por el joven camarero Manuel Sánchez Varillas, quien habla del escritor como “un hombre muy alto de buen comer y beber”, en una entrevista en LA GACETA.

A la mañana siguiente (3 de septiembre de 1959), tras desayunar en el hotel, Ernest Hemingway y sus amigos hacen una nueva incursión por las calles de Béjar con el único propósito de comprar algunos periódicos. Acto seguido emprenden su marcha a Mérida. Esa tarde les espera una plaza llena y un torero de postín: Antonio Ordóñez. Y así finaliza la breve y ebria estancia de Hemingway en Béjar.

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