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Ríos de tinta han fluido en el último siglo e interminables alocuciones se han lanzado a los cuatro vientos sobre uno de los poetas más representativos de finales del siglo XIX y principios del XX. Pues, aunque hace más de un siglo que se llora su inesperada muerte, lo cierto es que la presencia de José María Gabriel y Galán (1870-1905) sigue muy viva a través de sus escritos. Sobre todo en su localidad natal, Frades de la Sierra, donde vino al mundo, dio sus primeros pasos, correteó por sus calles y encontró y cimentó su gran vocación: la poesía. Frades, siempre Frades, lugar de inspiración y cuna de lo que hoy podríamos considerar como el despertar de la poesía rural contemporánea, aunque otros estudiosos prefieren hablar de poesía campesina.
Séptimo de ocho hermanos, José María Gabriel y Galán creció en el seno de una familia acomodada de labradores y ganaderos y desde muy temprano sintió un gran interés y pasión por la lectura y la escritura, hasta el punto de convertirle en un escritor precoz. Aunque de sus apuntes iniciales poco ha sobrevivido, sí se conocen dos composiciones escritas a los doce años en las que cuestiona, desde un tono satírico y festivo, la labor de los políticos de la zona. No es más que el arranque de lo que estaría por llegar.
Su aún incipiente trabajo comienza a sorprender entre los vecinos de Frades de la Sierra. Es por eso que el maestro de la localidad recomienda al padre de José María que el niño estudie una carrera. No sin reticencias, este accede y el joven, con tan solo 15 años, se traslada a Salamanca para estudiar los tres primeros años de Magisterio en la Escuela Normal, aunque sigue acudiendo a su Frades natal cada vez que se le presenta la oportunidad. De esta época datan sus primeros versos.
Completa sus estudios (cuarto curso) en la Escuela Normal Central de Madrid, aunque el ambiente de la gran urbe no le convence y regresa a casa. Tiene 19 años, cuenta con el título de maestro y se prepara las oposiciones para obtener destino —no sin antes realizar, ese mismo verano de 1889, un viaje a Galicia, de cuyo paisaje quedó impresionado— y consigue la escuela de Guijuelo, donde permaneció hasta 1892, año en el que logra plaza en Piedrahíta (Ávila), localidad en la que permanece hasta 1898.
Fue en esta época cuando Gabriel y Galán, que ya ha conocido a la que sería su esposa, la extremeña Desideria García Gascón, con la que se casaría en 1898, experimenta un cambio radical en su personalidad, que se acentúa a partir de su boda. Tanto es así, que le lleva a abandonar el magisterio y a trasladarse a la localidad cacereña de Guijo de Granadilla —pueblo natal de su esposa— para hacerse cargo de los negocios agrícolas y ganaderos de la familia de su mujer. Aquí encuentra el sosiego necesario para madurar y consolidar su poesía estrechamente vinculada con el mundo rural y, muy especialmente, con el sector campesino. Una poesía dirigida al pueblo, la aldea y el paisaje.
Aunque sus creaciones ya circulan por los ambientes literarios de la época y sus poesías encuentran un gran predicamento entre el gran público, la consagración de Gabriel y Galán como poeta llega en 1901 con su participación en los Juegos Florales celebrados en el Teatro Bretón de Salamanca y donde es galardonado con la flor natural por su composición “El alma”, inspirada por la muerte de su madre. Un año más tarde su fama crece tras ganar los Juegos Florales de Zaragoza y con la publicación de sus dos primeros volúmenes de poesía: “Poesías” y “Castellanas”. El Ateneo de Madrid lo incluye en sus recitales poéticos, que tienen un gran éxito.
Aunque no frecuenta los ambientes poéticos de la capital, su relación con los autores de la época es destacada, entre ellas, la vinculada con Unamuno, amistad que duraría toda la vida; pero también con Menéndez Pidal, Pardo Bazán, Pereda, Sánchez Rojas, Fernández Villegas, Maldonado, González Castro, Mir y Roso de Luna, entre otros. Fallece en enero de 1905, con 34 años, en Guijo de Granadilla, lugar en el que reposan sus restos mortales.
Frades de la Sierra, incluso la ciudad de Salamanca, nunca han olvidado al poeta del pueblo. Tanto es así, que Frades recuperó, gracias a la iniciativa del Ayuntamiento y de la Diputación provincial, su vieja casa natal, la restauró, adecentó y convirtió en un museo sobre Gabriel y Galán, que cada año es visitado por centenares de turistas y curiosos atraídos por la figura y la obra del poeta salmantino. En Salamanca, una biblioteca lleva su nombre.
En definitiva, un poeta que decide prescindir del modernismo y apostar por una estructura y temática conservadoras, así como una defensa de la tradición, el dogma católico, la familia y la vida campesina. Su obsesión: acercar su poesía al mundo campesino. Y lo consigue.
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