La cofradía de la provincia de Salamanca que volvió a la vida tras un parón y que ya cuenta con 440 integrantes

Un reparto esperado, ordenado y con el silencio solo roto por las voces de los niños más pequeños de la villa.

Así transcurrió uno de los momentos más esperados por los integrantes de la recién recuperada cofradía del Niño Jesús de Praga, que en apenas un año ha logrado aglutinar a 440 personas de todas las edades. La jornada festiva incluyó una misa en la iglesia de la Anunciación de las Madres Carmelitas, en la que tan sólo pudieron participar 25 personas. Este año, además del aforo limitado, tuvo que prescindirse de la tradicional procesión.

Tras la misa llegó el momento de guardar cola y distancia de seguridad para poder acceder al atrio de los Padres Carmelitas y recibir el tradicional obsequio de un bollo y una naranja para los integrantes de la cofradía.

Una ceremonia sencilla pero que para muchos niños y adultos fue una cita de estreno. La villa ducal daba el pasado año un paso adelante en la recuperación de una de sus cofradías más queridas, la del Niño Jesús de Praga, una agrupación religiosa que dejó de funcionar en 1969. En estos doce meses, a pesar de la pandemia, tras la recuperación en 2018 por parte de los Padres Carmelitas de la tradicional festividad del Niño Jesús de Praga con procesión y convite a dulces y naranjas para los más pequeños, han sido los vecinos los que, junto con la orden religiosa del Carmelo, han impulsado que se retome esta cofradía, entre cuyas tareas estará la organización de esta fiesta anual así como otras actividades, ejerciendo de motor cultural para la villa.

La imagen del Niño Jesús de Praga, que es del siglo XIX y se puede ver en la iglesia de San Juan de la Cruz en Alba de Tormes, a pesar de no tener detrás el apoyo de una cofradía desde hace medio siglo, ha mantenido el interés y la devoción de los albenses, puesto que bajo su protección se colocaba tanto a los niños como las madres gestantes. De la importancia que tenía la cofradía del Niño Jesús de Praga a lo largo del siglo XX en la villa da testimonio el alto número de bollos y naranjas que se repartían en su festividad que eran seiscientos, uno de cada para cada niño que acudía.