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Con una maleta cargada de ilusión por viajar fuera de España, incertidumbre ante lo desconocido y tristeza al dejar atrás a sus seres queridos, varios grupos de mujeres bejaranas partieron hacia Alemania desde marzo de 1960 para iniciar una nueva vida sin saber que iban a marcar un hito en la historia de su ciudad y de Salamanca.
Tenían a su favor los conocimientos textiles que tanta falta hacia en ese país europeo y las ganas de trabajar para mejorar la calidad de vida de sus familias pero se enfrentaban a un país muy distinto a España, con otras costumbres, con un clima más duro y a muchos kilómetros de casa. Ya por aquella época Béjar vivía una etapa de cierta crisis laboral por el cierre de algunas fábricas. En ese contexto, la emigración fue la salida a la coyuntura laboral que se vivía en la ciudad, como reflejó el exdirector y profesor de la Escuela de Ingenieros, Javier Ramón Sánchez, en un documentado artículo publicado en la revista de las Ferias y Fiestas de Béjar de 2009.
Las primeras valientes salieron de Béjar para trabajar sin saber que estaban haciendo historia y estaban rompiendo férreos esquemas discriminatorios entre el hombre y la mujer, a la que se le asignó más bien un papel casero muy alejado de la aventura que estaban a punto de iniciar. Muchas de ellas, solteras en aquel momento, tuvieron que pedir permiso por escrito a sus padres para poder iniciar una aventura que cambiaría sus vidas para siempre y permitiría establecer lazos irrompibles entre España y Alemania.
A las cuatro de la madrugada de un 19 de marzo de 1960, las primeras bejaranas —que habían sido seleccionadas previamente por el jefe de personal de la empresa — se subieron a un autobús en Béjar para emprender un largo viaje de dos días hasta Alemania contratadas por la empresa Wülfing & Sohn, consciente del potencial humano y laboral de los trabajadores textiles de Béjar. El autobús de la empresa Íñigo hizo escala en Salamanca para recoger a más integrantes de la expedición y emprendió rumbo a su destino con 42 mujeres [43, según las fuentes] armadas de valor para cambiar de país y abrirse un futuro lejos de casa.
Tres hombres fueron los artífices de aquella operación, según destaca Javier Ramón Sánchez en su artículo: Miguel de Lis, delegado de Trabajo y Emigración; Enrique Sorribes, agregado laboral de la Embajada de España en Bonn y el citado jefe de personal de la Wülfing, Horst Kubiak, que viajó con el grupo. Todos ellos hicieron posible el trasvase de mano de obra de Béjar y Salamanca a Alemania para aquellas mujeres que viajaban a un país para desarrollar tareas textiles que conocían a la perfección.
Después de dos días de viaje, con escala en Burdeos, hasta Ramscheid, las bejaranas se alojaron en la residencia llamada ‘de las austríacas’, pero pronto, con la llegada de nuevas expediciones, se acondicionaron unos locales que se convertiría en la “Residencia del Castañar”, en recuerdo a la patrona de Béjar. No era un edificio más; era el hogar de aquellas mujeres durante su estancia en Alemania. Allí hacían gran parte de su vida aunque también salían al pueblo en días de descanso para pasear y acudir al baile. Entre 1960 y 1961 llegaron hasta las fábricas de Wülfing & Sohn hasta 463 trabajadoras y trabajadores en diez viajes en autobús procedentes de España y un reducido grupo en tren. A finales de 1962, la cifra de emigrantes españoles en la empresa ascendía ya a 672.
María Jesús Codesal, una de las valientes mujeres que viajaron a Alemania, recuerda aquellas residencias pero no vivió en ellas porque llegó en 1962 a Alemania, donde ya trabajaba su padre. “Nos dieron una casa”, explica María Jesús Codesal, que empezó a trabajar con 17 años. Sus tres hermanos fueron a la escuela mientras ella trabajaba en una ciudad “muy triste y muy distinta a Béjar” aunque “a los tres meses estaba adaptada”. Allí permaneció durante 21 años y en ese periodo conoció a su marido, un joven de Béjar. Después, su esposo decidió regresar a España animado por la empresa en la que trabajaba, que contaba con una delegación en Santander. María Jesús Codesal dejó a su familia en Alemania, país del que solo tiene palabras bonitas por las experiencias que allí vivió.
Homenaje en un documental
Muchas de las imágenes de aquel éxodo quedaron reflejadas en un documental firmado en 2007 por Carmen Comadrán con Emma Kunst como promotora con la colaboración de las asociaciones Trahosa, Amus y Amdeve con los centro de cultura popular. Muchas de las emigrantes pertenecían a esos colectivos y aportaron sus vivencias junto con importantísimo material fotográfico. Kunst destaca la importancia de aquellos viajes a Alemania porque “gracias al dinero que las bejaranas mandaban a Béjar, sus familias pudieron poner en marcha negocios con los que vivir en su tierra”. De hecho, aquellas mujeres cambiaron los salarios de Béjar, unas 3.000 pesetas semanales, según refiere Lorenzo Bejarano en el artículo de Javier Ramón Sánchez, por el sueldo de Alemania, unas 10.000 pesetas, según detallan.
Muchas bejaranas emigrantes conocieron allí a sus maridos y crearon una familia en Alemania. Otras se casaron pero regresaron a su país después de ganar dinero y alcanzada ya la etapa de jubilación.
El marido de Elena Castelani viajó a Alemania a principios de los 60 e invitó a su mujer y su hija a viajar hasta allí. Elena nunca trabajó en el sector textil pero sí conoció a muchas de las bejaranas que trabajaron en Lennep —una de las factorías de la empresa— porque vivía a 20 minutos de allí, en Radevormwald. Es otra vivencia distinta de aquella aventura que marcó un hito en la historia de Europa. Aquellas mujeres valientes merecen un hueco en la memoria colectiva en reconocimiento a su esfuerzo y entrega para contribuir al empoderamiento de la mujer por méritos propios.
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