Miranda de Azán
Sábado, 11 de enero 2025, 06:35
Comida, aparatos técnicos de trabajo, materiales electrónicos o recuerdos familiares con gran valor sentimental, fueron algunos de los objetos que Pablo Labajos y su pareja tenían guardados en el garaje de su hogar, en Miranda de Azán, en el momento de la inundación. «Estábamos en casa con unos amigos y nos dimos cuenta de lo que estaba pasando al ver por la ventana un contenedor flotando», asegura Pablo.
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«Lo primero que hicimos fue retirar los coches a una zona segura y empezar a llenar bolsas de basura con arena para intentar proteger la vivienda pero fue imposible. Cuando lo estábamos haciendo, el sistema público de saneamientos del pueblo se vio desbordado y empezó a entrar el agua al garaje por un sumidero», recuerda el afectado. Así, «al ver que no podíamos hacer nada, decidimos ponernos a salvo en la parte superior de la vivienda, ya que había suficiente altura», apunta. «Agradecimos la presencia de los bomberos para achicar el agua de los garajes porque se había quedado embalsada, aunque cuando llegaron poco podían hacer con los medios que tenían, ya que no tienen sistemas para abordar este tipo de riesgos», denuncia.
Los días posteriores a la inundación fueron un verdadero desafío. «Estuvimos cerca de 10 días haciendo una limpieza intensa, sacando fango de cada rincón del garaje. Además, han sido muchos meses de ir poco a poco adecentando todos los enseres y, a pesar de todos los días que han pasado, hay objetos que siguen sacando agua», comenta.
A pesar de la ayuda recibida por el consorcio de compensación de seguros, comenta que se ha gastado dinero de su bolsillo para estar preparado si se repitiera la situación vivida. «Hemos instalado una puerta anti inundaciones, basándonos en modelos de Italia o Reino Unido, para estar preparados la próxima vez y condenando el baño del garaje, además de instalar un sumidero antirretorno en la canaleta de la rampa del garaje».
«Estamos siempre atentos al régimen de lluvia porque el arroyo Fuente de la Porra está reconocido como zona inundable en el Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables y, de forma estadística, cada diez años o menos hay un episodio de inundación y debido al cambio climático, estos fenómenos, también en Salamanca, están siendo más frecuentes y severos», indica. Aun así, Pablo reconoce que «la CHD nos ha dejado en una situación de desamparo porque, siendo su competencia, no sólo no había establecido medidas antes de este episodio, sino que no ha hecho nada durante estos dos años. Aunque hay población afectada, no establece ninguna medida para paliarlo».
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«Se habla de la limpieza de los cauces pero, creo que esto no tuvo relación con el episodio de hace dos años. Incluso el Plan de Gestión de Riesgos de Inundación de la cuenca dice que nada obstaculiza el cauce». En este sentido, el afectado, que es técnico en medio ambiente, propone «instalar algún tipo de medición del caudal, a pesar de que el cauce sea pequeño, para poder alertar a la población en la próxima inundación». Además de, «hacer un estudio de la zona a trabajar para paliar los riegos con Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN), por ejemplo, una llanura de inundación aguas arriba del pueblo», concluye.
Las graves consecuencias de las inundaciones que sufrió parte de los municipios la provincia la tarde del domingo 8 de enero de 2023 también la vivieron algunos vecinos de Aldehuela de la Bóveda. En este caso, Javier Izquierdo, propietario del mesón del municipio situado junto a la carretera N-620, recuerda como enfrentó los momentos más angustiosos del suceso a menos de dos semanas desde que se había hecho cargo del negocio familiar.
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«Estábamos dando el servicio de comidas, que estaba completo, la gente ya estaba tomando el café y de repente vimos que llovía mucho y que se estaba todo inundando», comenta el propietario del restaurante. «Parecía una película, había mucha gente mayor que tuvo que salir por la propia cocina del local y los bomberos nos pidieron que saliéramos por lo que podía pasar», asegura.
En apenas unos minutos, el agua alcanzó los setenta centímetros de altura arrasando gran parte de los materiales que Javier tenía en el almacén, además de, cámaras frigoríficas o aparatos electrónicos. «Los daños se cifraron en unos 6.000 euros, que corrieron al cargo del seguro», apunta. Además, puntualiza que «cuando ocurrió todo lo de la DANA, se nos vino a la cabeza todo lo que nos pasó a nosotros».
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Por otro lado, en otro de los negocios que entró el agua en Aldehuela de la Bóveda fue en un taller mecánico. Material informático, herramientas eléctricas, documentación o vehículos fueron algunos de los objetos que quedaron devastados en el negocio familiar de José Fernando Herrero.
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