Desde una gran ciudad de Brasil hasta un pueblo salmantino: «La calidad de vida es lo que importa»

La familia de Givaldino Antônio ha sido la última en llegar a Peralejos de Abajo, aunque probablemente no será la última. El pequeño pueblo va camino de convertirse en una colonia brasileña, y es que esta no es la primera familia procedente de allí. Antônio y sus allegados comparten patria y hasta profesión con otra de las familias que se han instalado allí en los últimos años, una increíble coincidencia, porque no se han conocido hasta llegar al pueblo, como si el destino les hubiera hermanado. Esta casualidad arranca a Antônio una cálida risa cada vez que habla del tema.

Hace tan solo una semana que María Andreza, su mujer, y sus tres risueñas hijas, Isabelle Vitória, de 11 años, Isadora Fernandes, de 7 años, e Isabel Sofía, de 6 años, llegaron para dar vida a un hogar amplio y lleno de posibilidades. «Vinimos a España hace tres años», cuenta Antônio. El haber tenido a Isadora, su segunda hija, en España, les otorgó el derecho de residencia permanente, un privilegio que están aprovechando gracias a que él tenía una empresa de marketing que le permite teletrabajar allá a donde van. La aventura comenzó en Valencia, la tercera mayor ciudad de el país, y la etapa de nómadas podría haber finalizado en este pequeño municipio salmantino.

«Después estuvimos un año en Granada, pero el coste de vida ya era muy alto, y regresamos a Valencia, donde estuvimos un año y medio más, pero ese encarecimiento de las cosas, sumado a que la población en la que estábamos era muy peligrosa, nos hizo buscar un cambio», explica.

En todo este tiempo de búsqueda de un hogar su familia emigró a España en 2017, regresó a Brasil por motivos personales en 2019 y volvió a España posteriormente, lo que resultó agotador. «Brasil está muy bien, pero es muy peligroso, y no es un buen lugar en el que poder criar a tus hijos; tienen que estar en un lugar cerrado, en una comunidad segura. No pueden ir a la calle», objeta. «Hay un promedio de 60.000 homicidios al año».

A través de una empresa que pone a la gente en contacto con el medio rural de España para iniciar una nueva vida, esta familia pudo cambiar al fin su estilo de vida. «Vinimos a conocer el pueblo y la casa, y entramos en contacto con Alfonso, el alcalde, quien nos dijo que ya había una familia brasileña, a lo que dijimos: ¡qué bueno!».

El camino recorrido ha sido abismal, empezando por el lugar de residencia en Brasil, en la ciudad de Recife, en Pernambuco, con dos millones de habitantes. Antônio lo describe así: «Está siendo una experiencia increíble», y asegura sin ápice de duda que le encanta el entorno rural de la provincia salmantina.

«Cuando vinimos de Brasil buscábamos calidad de vida, y claro, donde más trabajo hay es en las grandes ciudades, pero si realmente quieres calidad de vida, un lugar en el que poder criar a tus hijos, disfrutar del espíritu comunitario y de vecindad, poder pasear tranquilo, disfrutar la vida...eso es lo que importa realmente», confiesa. Todo eso es lo que ha encontrado en Peralejos de Abajo. «Nunca vi un sitio como este en España».

Del ambiente destaca la amabilidad de los vecinos y su sociabilidad: «Vienen, nos preguntan si necesitamos alguna cosa, si nos tienen que echar una mano para lo que sea, y eso es algo que nos ha encantado». Sus hijas han hecho amigos desde el primer momento, y asegura: «Ya conocen el pueblo mejor que yo». El camino ha sido muy duro, reconoce, pero ha merecido la pena. Por tan solo 200 euros de alquiler esta familia brasileña se ha asentado, esperan, por un tiempo indefinido.