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Miércoles, 14 de abril 2021, 21:06
La casualidad ha querido que a sus 97 años Francisca Iglesias disfrute como si fuera una niña de la nueva normalidad que han recuperado las residencias de la provincia después de un año terriblemente duro.
Lleva siete años en un centro asistencial de Ciudad Rodrigo, donde nunca imaginó que sería testigo de unos hechos históricos como los que ahora vive. Ahora, la situación ha mejorado mucho desde el comienzo de todo el caos y el pánico que la covid sembró hace ahora un año. “Estoy muy feliz porque ya no tenemos el bicho”, señala risueña.
Francisca agradece la seguridad que les ha dado la llegada de las vacunas y ,aunque a ella le hizo algo de reacción, no le da importancia. Se queda con lo bueno: ha superado la vacunación con éxito y siente que se ha librado de la amenaza que acechaba.
Ahora le queda por superar una dura barrera que no entiende de medicina, sino de emociones. “Lo del contacto es lo peor. En este momento sí tenemos más, aunque seguimos separados, sin poder dar un beso”, lamenta. A Francisca la visitan sus dos hijas, que residen en Ciudad Rodrigo, pero aún echa en falta la visita —por no hablar del afecto físico— de su hijo, que vive en Madrid y al que no ve desde hace mucho tiempo.
De hecho, su mayor preocupación y deseo ahora es acabar con la distancia física, que la separa irremediablemente de su hijo, al que se muere de ganas de ver y abrazar.
“Es muy duro”, afirma Francisca. “A mi hijo aún no le han dado la libertad para poder venir, pero me dijo que en cuanto pueda lo hará”.
Ese momento es una poderosa motivación para superar vacunas, distancias y todo lo que esté por venir.
Socializar es ahora su próxima meta, tras superar esa febrícula ocasionada por la vacuna, efectos que tuvo que afrontar en su día, pero que a día de hoy ya ha superado por completo.
“Es muy triste ver a tus familiares y no poderles abrazar. Llegará el día, aunque creo que hay para rato, y por eso hay que concienciar a los demás de que tengan cuidado para que esto no continúe”, asegura Francisca, consciente de que la batalla contra el coronavirus aún no está ganada.
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