Elena García: del coma por un accidente a bailar en las fiestas del Cristo de Sorihuela

Es de Sorihuela, se llama Elena García y tiene 41 años. Contagia una enorme positividad a pesar de haber sufrido un dramático capítulo en su vida que, lejos de amedrentarla, le hizo vivir aún con más ganas. Cumplió ayer 18 años de su nueva vida y de su segundo cumpleaños y mantiene intactas sus ganas de vivir con valores como la ilusión, el afán de superación y la motivación. Esta es la historia de Elena, una joven con la que basta hablar media hora para aprender a valorar la vida y todo lo que ella conlleva.

Su historia de superación se remonta al 29 de octubre de 2005 cuando viajaba en coche con su hermano desde Salamanca a Sorihuela por la antigua N-630. Fue en Cuatro Calzadas cuando recuerda que salió volando del coche después de dar varias vueltas de campana. Quedó inconsciente y fue evacuada al hospital de Salamanca en helicóptero.

«Me tuvieron que operar para ver los daños internos que tenía», recuerda, para añadir que «una enfermera me contó que hubo un momento en el que me dejaron de poner medicación porque parecía que me iba a morir». Tenía un esguince en el pie derecho, una fisura en la pelvis, golpes en la cadera, en la mandíbula y en las vértebras 7, 8 y 9 con estallido de la 12 que entró en el canal medular, rotura en el esternón y el epicondrio y coágulos cerebrales.

«Mis padres entraron para despedirse porque creían que no iba a salir del coma», añade, aunque logró despertar un miércoles, cinco días después del accidente. «No sabía nada, no entendía nada y me daba todo igual porque estaba hasta arriba de morfina», pero reconoce que su papel en la UCI era «liarla» con ejemplos como arrancarse las postillas y quitarse el pulsímetro para que los sanitarios acudieran a su habitación. Cuenta con gracia que su principal preocupación era que se estaba perdiendo los capítulos de la serie «Pasión de gavilanes» y, además, que intentaba ligar con los médicos en prácticas.

Quedan en su cuerpo las huellas de las operaciones a las que fue sometida porque «con 23 años, aprendí a gatear y a andar como si fuera una niña pequeña», explica. «El accidente me ha enseñado que la vida te puede cambiar en cualquier momento» y que la vida no es lo que parece porque «cuanto tienes todas las respuestas, la vida te cambia todas las preguntas», asegura. Además, Elena García comenta: «A mí me da igual que me señalen», porque reconoce que está acostumbrada a ello, pero sí pide a la sociedad que trate a las personas con discapacidad como personas normales.

«Con 23 años aprendí que la vida me había regalado una nueva oportunidad y tenía todas las papeletas para morir, pero no era mi día» y, con esa lección vital, Elena García añade que «las limitaciones están en tu cabeza». Gracias a ese empuje y positividad, ha alcanzado ya el 95 por ciento de la recuperación del accidente y la única secuela que le queda es visible en sus pies, que se arquean hacia afuera a la altura de los tobillos, aunque ella prefiere presumir de tener «un caminar sexy».

Su lesión no le impide participar cada año en las procesiones en honor al Cristo de Valvanera ataviada con el traje típico y bailar en su honor «en el único momento en que soy capaz de olvidarme de todo». No es su único ejemplo de superación ya que también logró sacarse el carnet de conducir, hacer escalada y ahora practica yoga y running. «Es un esfuerzo diario», porque, asegura, «no puedo parar» ya que «la lesión no pude avanzar aunque yo esté mal» y prefiere ganar ella la guerra contra sus secuelas.

Finalmente, recuerda que su hermano le regaló unos zapatos rojos y todos los sábados, cuando vuelve al pueblo, se los prueba y afirma: «Ya queda un poco menos para estrenarlos». Y así, con esa motivación y forma de ver la vida y enfrentarse a ella, Elena García sigue adelante sabiendo que volvió a nacer y que merece la pena seguir viviendo con ilusión, mucho humor y afán de superación.

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