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Es posible ser áun más de la tierra de El Rebollar si, además de hablar “la palra”, tienes la afición de elaborar panderos cuadrados. Es el caso de Andrea Mateos, de 72 años, que desde su tienda de alimentación en Peñaparda, atiende con su especial dialecto a vecinos y foráneos.
Natural del pueblo, Andrea, como muchos otros de la comarca, vivió en Francia, concretamente cinco años. La herencia de esta migración tiempo atrás queda reflejada en las visitas de salmantinos afincados en Francia, o franceses hijos del pueblo que acuden en vacaciones. “Me piden cosas y rellenan las palabras que no conocen con las francesas”. Andrea conoce así no solo el castellano y “la palra”, sino el propio francés.
El dialecto de El Rebollar ha pasado a sus descendientes, pero se pierde ligeramente en las siguientes generaciones. Su nieta de ocho años, que también se llama Andrea, a veces encuentra una brecha comunicativa. “No entiende palabras como badil, le digo que traiga el badil y me dice: no te entiendo”. Y es que badil viene a ser lo que la pequeña entendería como recogedor, aunque realmente se refiere a una herramienta para recoger las cenizas del brasero.
“Nosotros hablamos a nuestra manera”, matiza. No solo existen escollos a la hora de entenderse por las palabras en sí, que son distintas, sino por la velocidad al hablar. “Si hablamos rápido no nos entienden; hay que intentar repetir las cosas o hablar más despacio”, señala.
Andrea hace gala de la cultura y folklore de su comarca no solo con el sonido de su voz, sino con el sonido de sus panderos cuadrados, que además luce en la pared de su establecimiento henchida de orgullo. “No son solo para adornar, están a la venta”, resalta, y añade que mucha gente acude allí a comprarlos.
Poco a poco, a pesar del esfuerzo diario, el tesoro cultural de El Rebollar languidece, empezando por el habla. “La media de edad de las personas que hablamos este dialecto es alta, porque los más jóvenes ya empiezan a hablar más moderno”, explica Andrea, quien recuerda que también los franceses encontraban dificultades al usar el español con ella. “Dicen que hablamos muy deprisa; pero claro, ellos cuando hablan su lengua también lo hacen muy deprisa”, bromea.
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