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Seguro que en más de una ocasión, al estudiar la relación de municipios salmantinos, se han llegado a preguntar por qué la provincia de Salamanca cuenta con una singular lista de topónimos que llevan asignada la composición nominal “can” o “canta” y que han dado lugar a nombres de localidades tan conocidas y, a la par, tan curiosas como Cantalpino, Cantagallo, Cantalapiedra o Cantaracillo, entre otros. Los historiadores y filólogos parecen tenerlo bastante claro, en su visión global, aunque no siempre sus explicaciones concretas son coincidentes.
En este sentido, el filólogo salmantino Antonio Llorente Maldonado atribuye a estos topónimos un origen primitivo euromediterráneo, pues, según sus estudios, “fueron traídos a Hispania por los pueblos indoeuropeos o indoeuropeizados”. En este grupo incluye los topónimos de tipo “Cara”, “Canta”, “Carabias” o “Carpio”, que, en el caso de Salamanca, están representados por los nombres de (Boca-) cara, Cantala (-piedra), Cantal (-pino), Cantara (-cillo), Carabias o Carpio... “Todos se remontan a la misma raíz que adopta las formas cara-, canta-, carau y que significa, como es sabido, piedra, pedregal o cascajar”, apunta Llorente Maldonado.
Una hipótesis que algunos historiadores y filólogos más actuales no comparten. Es el caso del medievalista Julio González, quien descarta el origen prerromano del término e interpreta la toponimia de “campo” como alusiva a “terrenos fértiles, aptos para la labor, pero abandonados tras las guerras, que llamarían la atención de los ganaderos y caballeros repobladores del siglo X”, recoge en sus estudios.
Una teoría que comparte el salmantino y experto en toponimía Pascual Riesco Chueca, aunque con un ligero matiz en el origen etimológico de estos nombres. Señala Riesco Chueca que “la referencia de estos topónimos es más militar que agrícola”, pues según su teoría “cam” o “can” hacen referencia a un “campo de batalla, a una línea defensiva”, ya que todos ellos se sitúan en la frontera entre los reinos de Castilla y León, donde fueron frecuentes las refriegas militares. “Por eso y dada esta alta concentración de topónimos, es probable que hagan referencia a lugares de batalla o puntos de alta tensión fronteriza.
Un origen medieval
Aunque no existe, al menos a día de hoy, un documento que fije una fecha concreta, los historiadores tienen claro que la fundación de la localidad de Cantalpino, en la zona de Las Villas (comarca de Peñaranda), se remonta a la repoblación efectuada en toda la zona por los reyes de León en diferentes etapas de la Edad Media. El primer documento que da fe de su existencia data de 1116 y se trata de la donación que hizo Urraca I de León a la Orden de San Juan de varias localidades de la Guareña, donde figura esta localidad con el nombre de Campum de Pino.
Desde entonces, las variantes de Cantalpino han sido poco significativas: Cantelpino, Cantaelpino y Cantalpino. En el siglo XIII vuelve a hacerse referencia a esta localidad en un nuevo documento, más concretamente en un testamento fechado en 1264, donde aparece recogido como Candelpino.
Según los estudios de campo, las pruebas determinan que el núcleo primitivo pudo estar ubicado en la zona denominada Las Bodegas, entre la calle de Vallesa, la plaza y la iglesia. Ya en la Edad Moderna —primer tercio del siglo XVII—, los vecinos de Cantalpino compraron la jurisdicción de la localidad al rey Felipe IV de España, quien otorgó el título de Villa al municipio. Aunque llegó a rozar los 2.500 habitantes a mediados del siglo XX, hoy cuenta con unos 800 habitantes.
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