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Martes, 25 de mayo 2021, 11:27
Licenciado en Biología por la Universidad de Salamanca y tras cursar un Máster de Biología de la Conservación en la Universidad Complutense de Madrid, el peñarandino César Rodríguez del Castillo dejó su tierra natal para emprender un voluntariado en un centro de rescate de primates en Almere (Holanda), una aventura que finalmente se ha convertido en un apasionante trabajo.
“Somos responsables del cuidado diario de los animales, en este caso de los chimpancés, de limpiar las instalaciones, alimentarlos y también los damos enriquecimiento animal todos los días con puzzles y juguetes para mantenerlos entretenidos. La mayoría de ellos tienen historias bastante tristes y han pasado muchos años aislados así que la idea es que vuelvan a ser lo más parecido a cómo serían en la naturaleza, tenemos que asistir con la recuperación médica junto a los veterinarios y comportamental con etólogos y especialistas”, explica.
“Parte de la rehabilitación es resocializarlos e introducirlos con animales de su misma especie, entrenamientos para que acepten por ejemplo inyecciones porque hacen los tratamientos médicos mucho más fáciles y menos estresantes para ellos”, comenta el joven biólogo.
César asegura, también, que “No hay un día igual que el anterior,tenemos 40 chimpancés, un poco más de la mitad provienen de laboratorios y la otra mitad de circos y zoos o eran mascotas. Hay veces que nos pasamos horas o días diseñando y construyendo diferentes puzzles y objetos de enriquecimiento animal y muchas veces, en apenas un minuto, son capaces de buscar una forma de utilizarlo o conseguir la recompensa que no habíamos imaginado y es mucho más sencilla de lo que habíamos ideado inicialmente.
Macario, uno de sus favoritos aunque no el más rápido a la hora de aprender cómo acercar la comida a la verja; Regina, una de las hembras más inteligentes, que rellena con agua la botella de zumo congelado para derretirlo antes y tener más bebida o Mojo, que pasó 30 años en una jaula y llegó al centro con sobrepeso y problemas en los dientes, son solamente algunos de los protagonistas de las historias que se viven en el centro.
La gente, los amigos, la comida, aunque pueda parecer un tópico, y por supuesto, la familia, es lo que más echa de menos en Holanda, especialmente en este último año que la pandemia de la covid-19 ha limitado sus posibilidades de venir a España.
“Mi intención era venir a Holanda unos meses para ganar experiencia trabajando con primates y poder mejorar mi inglés pero en junio serán seis años los que llevo aquí” añade.
Viajar y trabajar, junto a su pareja Phoebe, en otros centros de rescate y rehabilitación de primates es uno de sus sueños y ambos ya están estudiando opciones para colaborar con diferentes organizaciones en África “ por unos meses, y después ya veríamos”, concluye.
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